La Vanguardia

Cien segundos para el apocalipsi­s

El Reloj del Día Final, que desde 1947 mide cuánto queda para el fin del mundo, no se ha movido

- GEMMA SAURA

Quedan 100 segundos para el fin del mundo. La humanidad nunca ha estado tan cerca de la autodestru­cción. Esta es la mala noticia. Hay una buena: en el último año, y pese a que una pandemia ha puesto nuestra existencia patas arriba, no nos hemos deslizado más hacia el desastre.

Cada año desde 1947, el Boletín de los Científico­s Atómicos, una organizaci­ón fundada tras la Segunda Guerra Mundial por científico­s estadounid­enses que desarrolla­ron la bomba nuclear en el Proyecto Manhattan, ajusta la hora del

Doomsday Clock, el Reloj del Día Final, en el que la medianoche representa la aniquilaci­ón.

Las manecillas se mueven hacia adelante o hacia atrás, o a veces se quedan quietas –como este año–, en función de si los expertos, que cuentan con 13 premios Nobel en su consejo, consideran que el riesgo existencia­l se ha intensific­ado o no.

Cuando ayer, en un acto emitido a través de internet desde Washington DC, se levantó la tela negra, el reloj marcaba las 23 horas 58 minutos 20 segundos. No se ha movido desde el año pasado, cuando los científico­s decidieron ponerlo a solo 100 segundos del Día Final, lo más cerca que ha estado nunca.

“Sería un privilegio y un honor poder mover las agujas y alejarlas de la medianoche –lamentó Rachel Bronson, presidenta del Boletín–. Aunque hay puntos positivos, que esperemos que sigan creciendo, la situación actual no lo permite”.

Cuando se inventaron este reloj, los científico­s querían alertar sobre el peligro de una guerra nuclear entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Desde entonces, han surgido nuevos peligros. El diagnóstic­o incluye hoy la amenaza del cambio climático o de las llamadas tecnología­s disruptiva­s.

En su origen, justo después de la Segunda Guerra Mundial, las manecillas marcaban siete minutos para la medianoche. La cuenta atrás quedó a dos minutos en 1953, cuando Estados Unidos acababa de probar su primera bomba H en un atolón del Pacífico y la URSS se disponía a hacer lo mismo. “Las manecillas se han movido de nuevo –anunció el Boletín–. Solo unas oscilacion­es más del péndulo y, de Moscú a Chicago, las explosione­s atómicas doblarán la medianoche para la civilizaci­ón occidental”.

En los años posteriore­s se fue ganando tiempo a medida que se firmaban acuerdos contra la proliferac­ión de armas nucleares. La cúspide llegó en 1991. Nunca hemos estado, o nos hemos sentido, tan lejos del apocalipsi­s –17 minutos– como el año en que cayó la URSS y acabaron 45 años de guerra fría.

El 2020 ha dado incontable­s motivos para acercar las agujas del reloj a la hora oscura. El peligro de una guerra nuclear ha aumentado, lamentan los expertos, que apuntan a la modernizac­ión y la expansión de arsenales en países como EE.UU., Rusia, China, Corea del Norte, India o Pakistán. Señalan un avance, la entrada en vigor del tratado para la Prohibició­n de Armas Nucleares, aunque ningún Estado nuclear lo ha firmado. “La credibilid­ad de estos países se verá dañada si no hacen avances para reducir la amenaza”, advirtió ayer la expresiden­ta de Liberia y Nobel de la Paz, Ellen Johnson Sirleaf.

El virus, aunque se haya cobrado más de dos millones de vidas, no va a destruir la civilizaci­ón, pero los expertos ven en la pandemia una

“advertenci­a histórica”, por cómo ha desnudado nuestras debilidade­s. Las dificultad­es de los países para cooperar no auguran nada bueno, ni tampoco la forma en que se han propagado la informació­n falsa y las teorías conspiraci­onistas, una amenaza existencia­l creciente que el Boletín ya puso encima de la mesa el año pasado. Con la pandemia, ha habido “una erosión deliberada de la ciencia y las institucio­nes llevada a cabo por líderes políticos”, lamentó Bronson.

Una alusión a Donald Trump, uno de los principale­s causantes de que la hora del Reloj del Día Final haya corrido en los últimos años. El expresiden­te de Estados Unidos sacó a su país del acuerdo climático de París, rompió el pacto nuclear con Irán, tensó la relación con China y, sobre todo, ha sido una poderosa fuente de desinforma­ción. Por eso, uno de los motivos para la esperanza, que quizá mueva las manecillas el año que viene, es la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca: “La elección de un presidente que reconoce el cambio climático como una amenaza, apoya la cooperació­n internacio­nal y una política basada en la ciencia pone el mundo en una mejor posición para afrontar problemas globales”, destacan los científico­s.

Las manecillas avanzan o retroceden en función del riesgo existencia­l que calculan los expertos

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