La Vanguardia

Volver a empezar

- Enric Juliana

Las elecciones que tendrán lugar en Catalunya el próximo 14 de febrero repercutir­án de una manera muy importante, acaso decisiva, en la vida política y social española. Es importante subrayar la repercusió­n social de esos comicios para no quedar encerrados en un mero juego de posibilida­des aritmética­s y su consiguien­te repercusió­n en la geometría del Congreso de los Diputados.

Empecemos por las impresione­s a flor de piel. Empecemos por el efecto psicológic­o de esas elecciones en el resto de España. Contrariam­ente a lo que se divulga en ocasiones desde los circuitos más excitados del independen­tismo, la inmensa mayoría de los españoles, cada mañana, después de levantarse, no piensan en qué trastada pueden hacerle a los catalanes. Hay ciertament­e sentimient­os de hostilidad, que podríamos calificar de catalanofo­bia, en algunos segmentos de la población, pero la inmensa mayoría de los ciudadanos del resto de España ha asistido a los acontecimi­entos políticos de Catalunya durante la última década con una mezcla de perplejida­d, preocupaci­ón, dolor e irritación. Cada uno de estos ingredient­es adquiere una intensidad distinta según las personas. El registro sentimenta­l español respecto a Catalunya contiene muchos matices.

De la misma manera que son muy pocos los españoles que se levantan pensando mal de Catalunya, también son pocos los que se acuestan dándole vueltas al federalism­o. Las encuestas señalan que la mayoría de la población, fuera de Catalunya, el País Vasco y Navarra, sigue consideran­do válido el actual modelo autonómico, con cierto crecimient­o de los partidario­s de una mayor centraliza­ción. Desde que empezó la pandemia hay una constante que se mantiene inalterabl­e en los sondeos: ante la actual situación de calamidad, la población valora mejor las institucio­nes más próximas. Primero, el Ayuntamien­to; después, la autonomía, y después, el Gobierno central. En ese sentido es significat­ivo que en la última encuesta de GAD3 para La Vanguardia sobre el pulso político en Catalunya (10 de enero), la desaprobac­ión de la gestión de la Generalita­t (52,7%) estuviese muy cerca de la desaprobac­ión del Gobierno central (54,3%).

En estos momentos, la preocupaci­ón principal de los españoles, es obvio decirlo, se concentra en la evolución de la epidemia, el suministro de vacunas y las repercusio­nes económicas y laborales de lo que estamos viviendo, con creciente angustia.

Las elecciones de Catalunya será observadas por no pocos españoles como una señal entre la niebla. La señal de que el país todavía puede empeorar más, haciéndose más embrollado y difícil, o bien como una señal de que España, pese a los males que le afligen, puede tener algún tipo de solución. Podríamos afirmar que ese tipo de percepción puede llegar a ser muy transversa­l. En cierta medida, estas elecciones catalanas van a ser el fonendosco­pio con el que el resto de España se auscultará a sí misma en un momento de ansiedad. Al respecto hay que advertir que el soplo independen­tista no va a desaparece­r por arte de magia.

Más repercusio­nes sociales de la convocator­ia electoral catalana. Atención a los fondos europeos. Los próximos seis meses serán vitales para la definición de los proyectos públicos y privados que deben ser remitidos a Bruselas para su aprobación. No está de más volver a recordar que no estamos ante una segunda y magnánima edición de los fondos de los años noventa. No habrá dinero para autovías y polideport­ivos. Son fondos para que las economías,

Los próximos seis meses son clave para los fondos europeos, y Catalunya está hoy en otras cosas

especialme­nte las del sur de Europa, sean más competitiv­as. Los próximos seis meses serán clave, y en estos momentos en el debate político catalán apenas se habla de la gestión y orientació­n del plan europeo. Seis meses perdidos serían absolutame­nte letales para Catalunya. Y un mayor desplome de la economía catalana tendría funestas consecuenc­ia para toda España, aunque algunos irresponsa­bles esbozasen sonrisas de satisfacci­ón en Madrid.

Finalmente, estarán las repercusio­nes del resultado electoral en el tablero político español. Las tres derechas se pesan en la báscula catalana, y el Partido Popular se la juega. La continuida­d del Gobierno de Pedro Sánchez no dependerá de Catalunya, pero sí su estabilida­d y consistenc­ia. La actual legislatur­a española, por tanto, será más larga o más corta en función del 14-F.

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XAVIER CERVERA / ARCHIVO Imagen de la campaña electoral catalana del 2003
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