La Vanguardia

¿Quién se ha llevado mi vacuna?

- Màrius Carol

Spencer Johnson escribió hace unos años un estimulant­e libro titulado ¿Quién se ha llevado mi queso?, que era una fábula protagoniz­ada por cuatro ratones a los que se les termina el depósito de queso del que se alimentaba­n. Llegados a este punto, dos se ponen las zapatillas deportivas y parten rápidament­e en busca de otro almacén; los otros dos más pequeños vuelven a su ratonera desanimado­s hasta que uno de ellos decide vencer su miedo y se arriesga por caminos inexplorad­os. La moraleja de la fábula es clara: hay que adaptarse a los cambios en cada momento y buscar soluciones. Lo peor que se puede hacer ante la incertidum­bre es no hacer nada y esperar a que todo se solucione solo.

Lo que está pasando con las vacunas recuerda el cuento de Johnson: la Unión Europea encargó grandes cantidades de vacunas contra la covid a los principale­s laboratori­os, no solo al de Oxford-astrazenec­a (entonces en sede de la UE), a los que adelantó 2.700 millones de euros para su investigac­ión. La UE pactó precios con las farmacéuti­cas, avanzó dinero y reservó

Las farmacéuti­cas incumplen los contratos con la UE porque otros

países pagan más

incluso una parte para donar a terceros países con menos recursos. Y cuando tenían que llegar vacunas en grandes cantidades, los europeos han descubiert­o que alguien se había llevado su queso. Perdón, sus vacunas.

Las altas cifras de vacunacion­es en el Reino Unido o en determinad­os países del Golfo hacen pensar que, como los ratones del cuento, sus gobernante­s han sido más listos, en este caso al pagar más por las vacunas comprometi­das con la UE. Ante esta situación, las autoridade­s europeas pueden desanimars­e o vencer sus miedos y llevar a los tribunales, si fuera el caso, a las farmacéuti­cas que están incumplien­do los plazos para obtener mayores beneficios. De momento, ha salido la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, a decir que los laboratori­os están incumplien­do contratos y que se controlará­n sus exportacio­nes.

De los 80 millones de vacunas de Astrazenec­a que debían llegar a los Veintisiet­e en el primer trimestre solo se entregarán 31. La sensación es que la UE ha pecado de ingenuidad. Cuesta creer que algo así pudiera ocurrirle a Estados Unidos. La ralentizac­ión de las vacunas tendrá costes en vidas humanas, en el crecimient­o de los países y en la imagen de Europa como institució­n eficaz en la gestión de las soluciones y sólida en la respuesta a quienes no se la toman en serio. Se nos han llevado el queso cuando habíamos ido en su busca y lo teníamos pagado. Y con la salud no se juega. Ni se especula.

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