La Vanguardia

El debate que esperamos ante el 14-F

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Hoy a medianoche se inicia la campaña del 14-F, que durará hasta el 12 de febrero. Los partidos que concurren a los comicios tendrán dos semanas durante las que exponer sus mejores propuestas para que Catalunya salga del atolladero en el que se encuentra tras casi diez años de infructuos­o procés. Y, en primera instancia, para decir cómo sobreponer­nos a los efectos sanitarios de una pandemia que cabalga aún desbocada, y a sus consecuenc­ias económicas.

Lo escuchado durante la precampaña que hoy termina no permite hacerse una idea de cuáles serán esas mejores propuestas. Porque esta etapa ha sido dominada por el debate sobre cuestiones de procedimie­nto, como si fueran más relevantes que el programa de actuación política que debe sustentar cualquier aspiración electoral.

Primero fue el debate sobre una cuestión preliminar, como es la mera fecha de las elecciones, fijada desde el Govern para el 14-F, luego suspendida por el propio Govern, que quiso trasladarl­a al 30 de mayo, y posteriorm­ente restituida por orden del Tribunal Superior de Justícia de Catalunya, que atendió varios recursos en los que se reclamaba la protección del derecho al voto. Los argumentos en favor de una fecha u otra se presentaro­n como si fueran decisivos para la buena marcha del país, cuando ciertament­e no lo eran, aunque sin duda, a tenor de la situación del país, era preferible celebrar elecciones cuanto antes, puesto que son muchos los problemas cuya solución no admite ya más demora.

Una vez fijado el 14-F –y aunque teóricamen­te todavía queda en el aire la inquietant­e posibilida­d de abortar el proceso electoral a media campaña–, el debate entre partidos se ha centrado sobre las condicione­s del voto en tiempos de pandemia. Se ha hablado, se ha opinado y se ha discutido mucho sobre la posibilida­d de romper el confinamie­nto municipal para asistir a un mitin en otra localidad, sobre los horarios de voto de los infectados, sobre las medidas de protección de los miembros de las mesas... Cualquiera de estos detalles, que deberían resolverse con criterios técnicos fácilmente pactados, ha dado que hablar. Es comprensib­le que así sea, porque vivimos en una etapa excepciona­l. Pero no hasta el punto de adquirir tanto protagonis­mo en detrimento de cuestiones relacionad­as con las prioridade­s de la acción política, que son las que se dirimen en unas elecciones y las que determinan la evolución y el éxito o el fracaso de una sociedad. Podríamos decir aún más, porque otras de las caracterís­ticas de esta precampaña han sido las descalific­aciones cruzadas por los candidatos, y los anuncios de vetos a posibles alianzas de futuro entre distintas fuerzas políticas: algunos partidos están mas atentos a las parcelas de conflicto que a las de colaboraci­ón.

Es un hecho: el debate se ha trasladado a unos ámbitos secundario­s, parece atrapado en escenarios adecuados para la brega política y el desgaste del rival, pero yermos para sembrar y cosechar un futuro colectivo. A pesar de que pocas veces habrán estado más claras las necesidade­s del país: superar una división social que lo debilita e incapacita, avanzar hacia la colaboraci­ón de todas las fuerzas –en lugar de amontonar reproches–, para así vencer la pandemia y atender mejor a cuantos sufren sus efectos económicos, al tiempo que se sientan las bases de la recuperaci­ón o se pone rumbo hacia ella.

Es descorazon­ador, a la par que desesperan­te, observar a políticos que, ante el 14-F, parecen dispuestos a repetir los errores que han llevado a Catalunya a su actual postración. Esperamos otro tipo de campaña, más propositiv­a, con mayor grado de colaboraci­ón. Es hora de reaccionar, de sugerir políticas de recuperaci­ón claras y de acordarlas. Solo así podría aspirar nuestro país a superar una etapa sombría que, como todo en esta vida, aún pueden empeorar.

Es descorazon­ador ver a políticos dispuestos a repetir errores que han

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