‘Borgen’ cuandonotoca
Aveces creo que estoy dentro de Borgen y no en la puñetera realidad. Solo que ellos son daneses y civilizados y que desde que crearon la serie, hace más de una década, las cosas han cambiado mucho. En el periodismo y en la política.
No la vi cuando debía y ahora, al recuperarla, reconozco en ella todos los tics que siguen danzando, entre nosotros, enquistados. Miserias de políticos y destellos de luz en su exterior; miserias de periodistas y destellos de luz en su interior.
Al principio de cada capítulo, además, te meten sin calzador alguna cita de Maquiavelo, de Dante o del Evangelio según san Mateo que te tumba. También de Shakespeare: “Nosotros, pocos, felizmente pocos, nosotros, una banda de hermanos…”.
Hay algo de placer adictivo en procrastinar, en dejar las cosas para luego, especialmente las que todo el mundo consume porque están de moda. También mucho de elitismo impertinente: por miedo a formar parte del rebaño a veces nos perdemos cosas buenas, estupendas.
Ocurre en ocasiones, con el ego por diana. No miramos la película más taquillera (será una horterada), aparcamos una serie (la mira todo el mundo), rechazamos el último best seller (no vas a rebajarte) o no compramos ropa de escaparate, que nos sobran las tendencias.
Demonizar el éxito masivo. Cierto que es un atajo para defender a minorías y que, a algunos, nos va la estética (también la ética) del perdedor, sobre todo si es brillante y algo marginado. Por eso buscamos el tipo inteligente, la película profunda o la serie alternativa. Pero todo eso no nos hace mejores.
Vuelvo a Borgen. En el despacho de la primera ministra siempre hay flores espléndidas y toman pastel de arándanos. Ella lleva chaqueta con hombreras. En la redacción del periódico solo se pasan cafés cutres en vasos de papel. Todos sufren, todos tienen segundos de gloria.
¿Cuando todo pase tendremos menos prejuicios? Cada vez que Birgitte Nyborg inicia una rueda de prensa les advierte lo mismo a los miembros de su gabinete: “Por principios, no respondo a preguntas hipotéticas”.
Por miedo a formar parte del rebaño nos perdemos cosas buenas