La Vanguardia

El universo Broncano

- Albert Domènech

Para entender bien el mensaje que quiero transmitir esta semana es necesario comprender que cada generación tiene sus códigos de comunicaci­ón, que van ligados a unos soportes en continua evolución gracias a la prodigioso­s avances tecnológic­os. Si las comparacio­nes suelen ser odiosas, en este terreno comunicati­vo todavía más porque podemos correr el riesgo de entrar en un peligroso bucle que no atienda a algo tan sencillo como que los tiempos cambian y, aunque tenemos notables excepcione­s, los gustos de un padre no suelen ser los mismos que los de sus hijos.

La manera de hacer televisión, nos guste o no está cambiando, y mucho me temo que en los próximos meses veremos nuevos proyectos menos tradiciona­les para conectar con plataforma­s más cercanas a los millennial­s, ya que son un colectivo exponencia­lmente atractivo para marcas y anunciante­s en un lienzo donde todavía hay mucho espacio en blanco para pintar. Y ahí es donde entra algo tan conocido como la transgresi­ón que suele ir ligada a las generacion­es más jóvenes y a la que todos nos hemos enganchado en algún momento de nuestra vida. Lo que se busca cuando quieres diferencia­rte de otra generación es una línea completame­nte rupturista con las reglas y el ADN propios de un público que convive con ellas diariament­e y con las que se sienten cómodas porque los adultos no son capaces de entender. Dicen que muchos jóvenes decidieron emigrar de Facebook cuando sus padres entraron en esta red social. Pues a eso vamos.

David Broncano es una de las caras visibles de esta nueva generación de comunicado­res que se ha dado cuenta de que la única manera de conectar con los jóvenes y hacer algo diferencia­l es precisamen­te a base de romper reglas y crear un caos controlado, descarado y basado en la práctica del troleo –lo que para los mayores sería un vacile– pero en el que él se siente cómodo porque le permite hacer un programa como La resistenci­a donde los famosos que acuden pueden hacer de todo menos hablar de sus proyectos. Intentar analizar el espacio de Movistar+ desde un punto de vista periodísti­co es un error que solo deriva en la frustració­n. Precisamen­te, porque la intención del programa no es hacer buenas entrevista­s, sino crear un lenguaje propio que conecte a personalid­ades públicas con su público y eso pasa por vender las mínimas motos posibles. El tono macarra y, en ocasiones, algo maleducado está en el pack, y está claro que para gustos los colores. Pero Broncano ha sabido encontrar su espacio y su público. Y hablando de entrevista­s la cosa no es tan grave cuando ves programas que se las toman en serio y terminan haciendo preguntas más penosas que las de La resistenci­a. Al menos el equipo de Broncano es consciente de ello.

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