La Vanguardia

El escándalo de las vacunas obliga a dimitir al fiscal jefe de Castellón

- DOMINGO MARCHENA

Comienzan a escasear las vacunas, muchas personas de riesgo que recibieron la primera dosis no sabrán cuándo recibirán la segunda y numerosos profesiona­les sanitarios de primera línea siguen sin haber sido inmunizado­s todavía. En este contexto resulta aún más lacerante si cabe el escándalo de quienes abusan del cargo, de su poder o su estatus para saltarse la cola y vacunarse.

No hay día en que no se conozca un nuevo caso. Políticos, militares de alta graduación, un obispo... El último por ahora en verse avergonzad­o en público es el fiscal jefe de Castellón, José Luis Cuesta, que anunció ayer su dimisión “por motivos personales”. Su renuncia fue inmediatam­ente aceptada por la fiscal general del Estado, Dolores Delgado.

Curiosamen­te, la marcha de José Luis Cuesta se produjo poco después de que trascendie­ra que es otro de los que se ha saltado la cola. La misión del ministerio público, al que el dimitido seguirá pertenecie­ndo, es la defensa de la legalidad. Sin embargo, y cuestiones éticas al margen, su decisión incumplió los acuerdos de la estrategia de vacunación de las autoridade­s sanitarias. La suya fue la segunda dimisión de ayer en la Comunidad Valenciana y coincidió con la de la concejal de Sanidad de Dénia, Cristina Morera.

Las excusas son casi siempre las mismas. Que les llamaron del centro de vacunación, que son médicos (aunque no ejerzan) que aceptaron para que no se desperdici­aran las dosis “sobrantes”.

Una de las explicacio­nes más repetidas utiliza las residencia­s de mayores, las grandes olvidadas de la pandemia. El obispo de Mallorca, Sebastià Taltavull, se puso ayer la segunda dosis de la vacuna en el geriátrico de sacerdotes mayores y jubilados de Sant Pere i Sant Bernat, en Palma, donde acude “con frecuencia”, según sus propias palabras, aunque vive en el palacio episcopal.

Imma Colom, alcaldesa de Tossa de Mar, en la comarca gerundense de la Selva, también se vacunó en el geriátrico del municipio, alegando que es doctora de profesión y que ha trabajado y puede volver a trabajar en el centro. En la actualidad, se dedica en exclusiva a la política. El propio secretario de Salut Pública de la Generalita­t, Josep Maria Argimon,

ha salido al paso de estas declaracio­nes y ha recordado que el protocolo de vacunación únicamente acepta los casos de los “voluntario­s fijos” en centros hospitalar­ios y geriátrico­s.

Y suma y sigue. La consejera de Salud vasca, Gotzone Sagardui, investiga por qué el director del hospital de Basurto, Eduardo Maíz, y otros tres directivos se vacunaron sin dejar constancia. El gerente de otro hospital bilbaíno, el Santa Marina, ha dimitido por la vacunación de 16 personas ajenas a la primera línea sanitaria, entre ellas sindicalis­tas, religiosos, mensajeros, camareros y trabajador­es de una firma de máquinas expendedor­as.

Un escritor e intelectua­l catalán, con una exitosa obra recién publicada, visitó ayer a su madre, que reside en un geriátrico. Solo puede ir una vez a la semana y planea la amenaza de que incluso estas mínimas visitas se vuelvan a suspender. La madre le dijo: “¿Por qué se puede ir a un mitin, y no a una residencia? ¿Por qué los políticos sí pudieron entrar en las residencia­s para hacerse la foto con motivo de las primeras vacunacion­es y nuestros hijos no?”.

LOS QUE SE SALTAN EL TURNO Un obispo, alcaldes y concejales, directivos sanitarios, personal ajeno a hospitales...

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ACN La propia alcaldía difundió la foto de la vacunación de Imma Colom

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