La Vanguardia

Un vivac sonoro en el Palau

El Quartet Gerhard estrena hoy una obra en la que el compositor Ramon Humet explora la afinación pitagórica que con el barroco se dejó atrás; el autor pide que se interprete a oscuras

- MARICEL CHAVARRÍA

Ramon Humet (Barcelona, 1968) sigue adelante con su particular investigac­ión sobre el método de afinación pitagórica, la que se utilizaba en tiempos de Pitágoras y hasta que el barroco dio paso al temperamen­to igual. El vital e imaginativ­o compositor, cuya búsqueda de un lenguaje personal lo ha convertido en un referente del panorama de la creación musical contemporá­nea en España, estrena hoy (20 h), en el Palau de la Música Catalana, su segundo cuarteto de cuerda, que bautiza como I fa l’aire visible. La obra la ha escrito para una de sus formacione­s más queridas y comprometi­das con la música del siglo XX y XXI, el Quartet Gerhard, que completará el programa con el cuarteto núm. 18 del Tambor de Mozart y con el núm. 9 Razumovski de Beethoven.

El discurso meditativo de Humet (fue compositor invitado del Palau hace siete temporadas) y sus ya clásicas referencia­s a la naturaleza están presentes en esta nueva creación en la que de algún modo profundiza en un aspecto que ya expuso en su primer cuarteto, cuando en ocasión de su residencia creativa en L’auditori –truncada por la pandemia– lo escribió para el berlinés Armida Quartett.

Se trata de la afinación pitagórica también llamada entonación justa, es decir, el sistema que ya existía antes de Bach y que comparten músicas tradiciona­les como el canto Dhrupad de la India o el difónico de los mongoles con la vibración natural del instrument­o.

“Me quedó mucho por explorar en este campo –dice Humet–, quería hacer una scordatura cambiando la afinación de la cuerdas al aire, esto es, la nota que hace la cuerda sin ninguna digitación, para que por sí solas ya hicieran sonar los armónicos naturales de una fundamenta­l, que sería el Do más grave, el de la cuarta cuerda de un violonchel­o”. Y a partir de ahí, el compositor experiment­a con los armónicos comunes que se obtienen haciendo digitacion­es especiales.

El último movimiento, por otra parte, lo protagoniz­a esa cuerda del cello con un pizzicato que Humet califica de chamánico. “Es como un chamán que va percutiend­o el tambor. Y esta evocación de los ancestros, de lo más atávico, vibra con los armónicos de las cuerdas al aire de los otros movimiento­s”, indica. “No invento nada, el otro día escuchaba el segundo movimiento del Quinteto en Do mayor de Schubert y, aunque de forma inconscien­te, yo estaba buscando lo mismo que él ya había hecho. Esa ausencia de discurso y la forma en que todo da vueltas sobre unas mismas armonías, como una línea vertical que se proyecta de la tierra al cielo con el pizzicato”.

El público del Palau se va a encontrar con un particular­idad. Humet pide que se interprete a oscuras, acaso a modo de vivac sonoro. “No es ninguna boutade, tiene sentido. La semilla de esta obra se sembró en mí haciendo vivac una noche de luna llena –Humet es aficionado a las travesías por el Pirineo– junto al dolmen megalítico del Santuari del Miracle, en el Solsonès. Allí me di cuenta de dos cosas: el aire que en principio es invisible se hizo visible con la fina neblina que subía de los campos y que reflejaba la luz de la luna. De modo que aquello que pensamos que es invisible puede no serlo, depende de muchos factores”.

Es por eso que en el Palau pretende que, por la compensaci­ón de los sentidos, se agudice el oído estando a oscuras, para hacer así visible esta “armonía original natural que viene de Pitágoras y que desde el final del barroco hemos olvidado. Quiero recuperarl­a y que pueda percibirse”. En este sentido Humet, ingeniero a la vez que autor consagrado, premio Messiaen 2007 y Reina Sofía 2006, pide una escucha atenta y sin prejuicios para rescatar esta armonía como fundamento de la obra.

Los Gerhard y Humet han tenido el privilegio de trabajar juntos desde antes incluso de escribirse la obra, investigan­do acerca de asuntos como la scordatura microtonal. Él les pasaba esbozos y veían al tocarlos qué funcionaba y qué no.

¿Qué recorrido tiene un cuarteto de cuerda compuesto en el siglo XXI? Se verá. De momento tras el estreno de hoy los Gerhard lo llevan a las jornadas de música contemporá­nea de Segovia y después al Auditorio Nacional de Madrid. Luego, la pandemia dirá. “Se la dedico a ellos ‘con una sonrisa visible’ en tiempos de máscaras”, concluye.

La obra parte de una pernoctaci­ón al raso en la que el aire se hizo visible al reflejar la luna llena la neblina

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.. Humet rodeado por Jesús Miralles (chelo), Miquel Jordà (viola) y los violinista­s Judit Bardolet y Lluís Castán
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