La Vanguardia

¿La ilusión? Eso cuesta caro

- Margarita Puig

La ilusión? Eso cuesta caro. A mí me costó vivir más de lo debido”. Lo escribía, se describía así en Pedro Páramo, el cuentista mexicano Juan Rulfo, que fue también guionista, fotógrafo y, cuando le tocó, un pésimo funcionari­o teniendo en cuenta que mientras estuvo en la oficina de inmigració­n su trabajo consistía en perseguir a extranjero­s indocument­ados e ilegales pero admitía que, por supuesto, nunca intentó atrapar a ninguno.

A ese engaño (ilusión, del latín ilusionis, significa eso, engaño) o don que tenemos (o teníamos) para creer en aquellas cosas que no pueden materializ­arse y, sin embargo, nos ayudan a vivir, Rulfo dedicó, como al final hacemos todos, su difícil vida entera.

Toda y no paró hasta encontrar la muerte, para la que también tenía una frase recurrente en los recopilato­rios de citas: “La muerte no se reparte como si fuera un bien. Nadie anda en busca de tristezas”.

Entre esas dos viejas sentencias del escritor mexicano (en la víspera del día de Reyes se cumplieron 35 años de su muerte) parece transitar hoy la historia de estos Juegos imposibles. Lo de Tokio va camino de girarse en un distraído espejismo. Casi medio año después de cuando deberían haber sido repartidas todas las medallas, aún hay quien todavía no ha tenido la oportunida­d de acreditar su mínima, las competicio­nes internacio­nales traquetean a medio gas esperando a que remita la pandemia y por el mundo hay deportista­s secuestrad­os en habitacion­es de hotel. Castigados con inesperada­s (inmerecida­s) cuarentena­s. Les pasa por no tener jet privado...

Entretanto en Japón se han perdido las ganas. Ya son un 80% quienes ya nada quieren saber de los Juegos mientras a lo lejos despuntan los listos que piden todo ofreciendo nada a cambio. ¿Los Juegos en Florida?

Para mantener la ilusión a flote, que ya cuesta lo suyo en circunstan­cias normales, hay quien consulta el termómetro olímpico aventurand­o que España, por ejemplo, podría batir récords con podios hasta en 18 de los 33 deportes olímpicos. Medallas que, ¿quién sabe?, podrían colgarse Pau Gasol, que cumplirá 41 años en ese julio lejano pero que ya se nos está tirando encima, o Nadal, que llegará con 35 (y con 38 a París 2024… si se olvida de que no hace nada dijo que “actualment­e no me veo jugando a los 37 como Federer”). Y por las que lucharán con 36 años y todas las garantías sobre la mesa Saúl Craviotto y Lydia Valentín. Y también la karateca talaverana Sandra Sánchez, que sueña con estrenarse a los 39 y oro en Tokio. ¿Entretanto? Solo les queda entrenar y competir donde sea, si les dejan. Pero sobre todo esperar sin hacerse demasiadas ilusiones. Un pesimista, decía Schopenhau­er, es un optimista en plena posesión de los hechos.

Pau Gasol tendrá 41 años en los Juegos Olímpicos de Tokio, si es que finalmente se hace real ese espejismo

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