AZOTEAS VERDES, LA NATURALEZA A NUESTRO FAVOR
Tener un huerto en la azotea o una zona ajardinada donde antes solo había ladrillo es posible. Son las llamadas cubiertas verdes, iniciativas que podemos ver en muchas ciudades europeas y que aquí aún son excepción. Para promocionarlas, el Ayuntamiento de Barcelona ofrece ayudas a los propietarios que quieran colocarlas a través del concurso Cubiertas Verdes. Una de las pocas compañías que instalan estas cubiertas es Et Posem Verda, una marca comercial, fruto de la unión de cuatro empresarios de diferentes sectores: Jaume Ferret, responsable comercial, Joan Ramon Garcia, arquitecto, el constructor Rafael Martínez y la ingeniera Lídia Calvo.
Ferret explica que las cubiertas verdes tienen múltiples ventajas, para el barrio o ciudad, para el edificio y para las personas. “En el primer caso vemos grandes beneficios en cuanto a la biodiversidad. Las plantas son hábitats para los insectos que son alimento de los pájaros”, resume. Además, este tipo de cubiertas son perfectas para retener las aguas pluviales. “Disminuyen la escorrentía del agua pluvial, que es la velocidad a la que el agua de lluvia llega al sistema de alcantarillado. Las cubiertas verdes tienen una capa drenante y unos depósitos debajo, en forma de vaso, que acumulan el agua. Cuando el sustrato queda saturado, el agua pasa a estos depósitos y, solo cuando se llenan, llega al alcantarillado”, explica Ferret que asegura que “con las cubiertas verdes se podría reducir el impacto de las aguas torrenciales”. “También se podría aprovechar el agua de la lluvia si, además, se colocan sistemas para redirigir los desguaces hacia depósitos de agua pluvial, que puede usarse para el riego”.
Menos calor en verano
Otro beneficio que apunta Ferret es el de la reducción del llamado efecto isla de calor. “Los edificios, el asfalto, los materiales duros, como por ejemplo el hormigón y el metal, acumulan calor que desprenden de noche, calentando el entorno”. Eso hace que en verano en las ciudades por la noche se esté entre 2 y 7 grados por encima del entorno periurbano. “Teniendo en cuenta el aumento global de las temperaturas y que tenemos una media de diez noches al año con temperaturas tropicales, las cubiertas verdes pueden ser una solución, porque las plantas absorben la temperatura”. Más ventajas: la captación de CO2 y los derivados de los nitratos, además de la reducción de micropartículas en la atmósfera que captan las plantas, explica el experto.
Pero este tipo de cubiertas también son ventajosas para los edificios, porque aumentan el doble o el triple la duración de la impermeabilización. “Las diferentes capas técnicas que se colocan, además del sustrato y las plantas hacen un efecto impermeabilizante de manera que la cubierta no se calienta. En verano, una cubierta soporta temperaturas de 50 o 60 grados durante el día que bajan a unos 25 o 20 por la noche. Este contraste térmico hace que con los años la capa impermeabilizante se reseque y se agriete. Con una cubierta verde dura dos o tres veces más”, afirma Ferret que apunta que otro beneficio es el aislamiento térmico de la última planta, ya que la cubierta protege del calor lo que permite ahorro energético en climatización y, por lo tanto, menos emisiones de C02. Las cubiertas verdes también mejoran la certificación energética de los edificios, especialmente si se colocan placas fotovoltaicas.
Y a pesar de estas ventajas, aún queda mucho por hacer porque “la gente no es consciente de ello, lo desconoce y hay que hacer mucha pedagogía”, reconoce el experto. Y es que por ejemplo en Barcelona, el 67% de las cubiertas podrían convertirse en verdes, según datos del propio Ayuntamiento. Pasa lo mismo en otras ciudades densas como Valencia, Milán o Atenas, “que tienen muchas ventajas porque aprovechan más recursos públicos pero que no tienen espacios verdes”, concluye Ferret.
Son hábitats para plantas e insectos, reducen la temperatura en verano, rebajan el CO2 y las partículas y funcionan como herramientas educativas y terapéuticas