DISRUPCIÓN CREATIVA
La covid-19 “ha acabado condicionando ideas que estaban plenamente instauradas. Por ejemplo, años atrás, en clase, explicaba el proceso de creación de nuevos productos. Se tardaba un año en detectar las necesidades de los clientes, otro año en el diseño del producto. todo esto se ha acelerado gracias a las start-ups”, defiende el profesor. también la investigación científica, por las necesidades de la pandemia, ha utilizado las estrategias de las start-ups. “un artículo que leí sobre los investigadores que participaban en la vacuna contra la covid-19 de Oxford explicaba que trabajan rompiendo las normas, con mucha pasión, redefiniendo las reglas de retribución, las metodologías y los tiempos de trabajo.”
Es lo que hacen las start-ups, “que aportan una capacidad más rápida de desarrollo de conceptos, pero con más riesgo, especialmente en el sector de la biotecnología y la biomedicina”, explica Condom-vilà. “lo que una empresa tradicional no haría por el exceso de riesgo, lo hace una
start-up, compuesta de emprendedores e inversores que han entrado allí conociendo el riesgo”. Y este ecosistema que asume que el coste es el fracaso y la pérdida del dinero por parte de los inversores “está acelerando enormemente la creación de tecnología en el mundo”.
El profesor reconoce que “hay una visión perniciosa del mundo
start-up, asociada al control de las personas y de concentración empresarial, que en algunos casos es cierta”. y menciona el caso de Facebook y el intento del Gobierno de EE.UU. contra la red social que busca obligarle a que venda Instagram y Whatsapp. El autor también es crítico con
start-ups como Uber o Glovo, “el unicornio nacido en Barcelona”, porque “la revolución no vendrá de esta economía de plataforma sino de empresas como Minoryx Therapeutics”, especializada en enfermedades del sistema nervioso central que en 2018 levantó 21,3 millones de euros procedentes de inversores extranjeros. “lo que critico en el libro es si Uber elimina la competencia de manera artificial, con precios ficticios y perdiendo el dinero de los inversores. Cuando el sector esté muerto, tendrán libertad para hacer lo que quieran y eso no es bueno para nadie. Es un modelo que acaba tensionándolo todo”, explica.
Pero si, por el contrario, “uber es capaz en el futuro de tener flotas de coches eléctricos sin conductor o sistemas capaces de eliminar el tráfico en la ciudad, lo habrá hecho bien. Es decir, si aprovecha lo que destruye para crear algo nuevo está bien, pero si destruye a la competencia y se instala de forma monopolística será un drama”.
“Lo que una empresa tradicional no haría por el exceso de riesgo, lo hace una ‘start-up’, compuesta de emprendedores e inversores que han entrado allí conociendo el riesgo”