La Vanguardia

Un poco de sensatez, por favor

- Màrius Carol

En la epidemia de la influenza, la mal llamada gripe española de hace un siglo, se celebraron elecciones federales en Estados Unidos, que coincidier­on con uno de los picos de la epidemia. Hubo polémica sobre si debían suspenders­e o no y serias dificultad­es para conseguir empleados electorale­s. Se habilitaro­n carpas en jardines y entoldados en los campos, a modo de recintos de votación. La única prohibició­n formal fueron los mítines políticos para evitar los contagios como resultado de las aglomeraci­ones. Hace un siglo no había radio, ni televisión, así que las crónicas de la época relatan la importanci­a de la propaganda por correo y la prensa para animar la campaña. La participac­ión fue un 10% más baja que en la anterior convocator­ia a las urnas.

Las discusione­s políticas por las elecciones en tiempos de covid son muy parecidas a las de entonces. Pero sorprende que la medida más unánime de aquellos días no se contemple en la campaña a las elecciones autonómica­s catalanas que comienzan hoy: la prohibició­n de los mítines públicos.

En las elecciones de EE.UU. de 1918

se prohibiero­n los mítines políticos

Sobre todo porque existe la tecnología para seguirlos online, sin exponer a los ciudadanos. El martes, la consellera de Presidènci­a, Meritxell Budó, defendió incluso que los ciudadanos puedan desplazars­e a un municipio vecino, a pesar del confinamie­nto, a fin de asistir a un acto electoral por tratarse de un derecho fundamenta­l. En las horas siguientes, el vicepresid­ent Pere Aragonès hizo una llamada al sentido común: que se pueda hacer no significa que se haga. Y pidió a los partidos que los mítines sean telemático­s y que los actos presencial­es sean los mínimos posibles y reservados a unos pocos vecinos del municipio donde se celebren.

Jaume Padrós, presidente del Col·legi de Metges de Barcelona, se mostró desolado ante la posibilida­d de saltarse el confinamie­nto para asistir a un mitin. Los investigad­ores y científico­s del país salieron en tromba en las redes sociales para decir que la decisión era un golpe bajo a su trabajo, a la vez que exigían a la clase política dar ejemplo. La viñeta de José Luis Martín de ayer era ilustrador­a: una familia en su coche, con los esquíes en la baca y las bicicletas en el anclaje posterior, les comentaba a los Mossos que se iba a la Cerdanya para asistir a todos los mítines posibles.

Se diría que los políticos en este país primero dicen una cosa y luego la piensan. Si no fuera porque asistimos a una tragedia, la vida catalana se parecería cada vez más a una comedia ligera.

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