La Vanguardia

“Hago lo que el personaje para sentirlo físicament­e”

David Grossman, escritor, publica ‘La vida juega conmigo’

- MAGÍ CAMPS

El escritor israelí David Grossman (Jerusalén, 1954) publica una nueva novela y vuelve a dejar el listón muy alto. Se trata de La vida juega conmigo (Lumen / Edicions 62), la historia de una curiosa familia que vive en un kibutz. Todo gira en torno a Vera, una mujer yugoslava que llegó a Israel con una niña adolescent­e, Nina, y choca y se fusiona con otra familia, la de Tuvya, que acaba de enviudar y también tiene un hijo adolescent­e, Rafael. La nieta, Guili, es la encargada de contar al lector, con palabras pero también con imágenes, la historia de su familia.

¿De dónde surge la idea? Hace muchos años, una mujer mayor me llamó porque quería hacerme algunas puntualiza­ciones en un artículo político que había publicado. Tenía un acento muy curioso y enseguida me di cuenta de que era una persona única. Todos los seres humanos somos únicos, pero ella era única de un modo único. Me empezó a explicar su vida en la Yugoslavia de Tito y su relación con un oficial serbio. Era una historia de amor totalmente hermética, no había lugar para nadie más, era una historia muy trágica.

¿Es Vera?

Sí, se llamaba Eva.

¿Los otros personajes también son reales?

Sí, o, al menos, basados en personajes reales, mezclados con mi imaginació­n.

¿Es difícil escribir a partir de personajes reales?

No es fácil cuando sabes que son de carne y hueso. Lo que no puedes hacer es una alabanza. He sido muy crítico y muy duro con el personaje de Vera, porque ella era muy dura consigo misma.

Su hija, Nina, es otro de los personajes potentes.

Si me preguntas cuál es mi preferido, te diré que es Nina. Por un trauma que sufrió cuando era niña, fue sacada del camino principal, de la ruta de su vida. Ya tiene 60 años y aún vive en un camino paralelo al de la vida que habría podido vivir, porque le resulta menos doloroso.

La narradora es Guili, la nieta que hace películas y todo lo ve a través de la lente de la cámara. Rafael también tenía una máquina de fotos. La imagen es muy importante en su novela.

Una gran parte de nuestros recuerdos están formados por imágenes. Creo que soy un escritor de imágenes, porque cada escena que escribo la intento visualizar. Y no solo la imagen, también es muy importante la sensación física que sienten las personas. Cualquier cosa que hace un personaje, como trabajar, correr, dormirse sentado, actuar en un escenario, yo la hago, porque quiero que la historia pase por dentro de mí físicament­e. Es esencial para mí.

Los muertos también están muy presentes, a través de las fotos de las parejas difuntas en el dormitorio. Es una gran familia de vivos y muertos.

Sí, forma parte de la manera de ser de Eva-vera. Ella tenía un concepto muy especial de los vivos y de los muertos y dio una esencia muy potente de familia a los suyos. Cada mañana iba al cementerio a visitar a los difuntos.

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SERGI ALCÁZAR BADIA / CCCB / ARCHIVO David Grossman en una visita reciente a Barcelona

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