La Vanguardia

“Lo único más fuerte que el miedo es la esperanza”

- Ima Sanchís

Cuándo y por qué empezó a beber? En los ochenta Bridget Jones y Sexo en Nueva York eran iconos femeninos que bebían bastante. Era usted una universita­ria. Sí, que bebía bastante. Después entré en el mundo de la publicidad donde no teníamos un bar en la oficina sino dos. Muchas cosas cuajaban en los bares y tenía mucho presupuest­o para invitar a clientes a copas.

¿Cuándo se convirtió en un problema?

Me llevó mucho tiempo darme cuenta, en parte porque todo el mundo a mi alrededor bebía. A veces, por la noche, preguntaba en Google “¿soy una alcohólica?” y respondía a un cuestionar­io del tipo “¿bebes cuando estás sola?”. “No porque estoy con mi perro”, respondía.

Tiene usted sentido del humor.

Cuando dejé de beber mis hijos tenían 6, 8 y 11 años. Descubrí que las mujeres de mediana edad y con buena formación son las que más alcohol consumen.

Cuando las cosas están difíciles el alcohol es una tentación.

Lo vemos en el confinamie­nto. Pensamos que el alcohol nos desestresa, pero en realidad aumenta el nivel de ansiedad y depresión.

A pesar de que en los noventa molaba beber, el alcohol es uno de los peores estigmas.

Como sociedad tratamos el alcohol de manera muy distinta a cualquier otra droga. Si dejas de fumar todo el mundo te felicita, pero si dejas de beber la gente piensa que tienes un problema y se siente incómoda contigo.

¿Por qué cree que es así?

Cuando dejé de beber me sentía tan avergonzad­a que no se lo dije a nadie, mi terapia fue hacer un blog con seudónimo.

Mami bebe en secreto.

Ahora estoy enfadada conmigo por esa vergüenza, porque ser adicto a una droga adictiva no es algo de lo que debas sentirte avergonzad­o sino algo a lo que debes enfrentart­e.

¿Cómo abandonó la botella?

Una mañana me levanté con una tremenda resaca y fui a la cocina, los niños estaban desayunand­o y haciendo mucho ruido. Pensé que lo único que me haría sentir mejor sería beber, así que me serví un trago en la taza de té.

¿Le bajó el resacón?

Sí, y me fijé en lo que ponía en mi taza: “La mejor mamá del mundo”. Ese fue el detonante. Tenía que haber ido a alcohólico­s anónimos o hablarlo con mi familia y amigos, pero sentía demasiada

vergüenza, así que decidí investigar.

¿Cómo?

Compré muchos libros que escondía debajo de la cama y empecé mi bloc diario en el que contaba lo que iba descubrien­do y cómo me sentía. Esa fue mi terapia. Miles de personas de todo el mundo me contaron su historia que se parecían mucho a la mía. Estaban luchando conmigo.

Sabemos poco de las consecuenc­ias del alcohol.

Insomnio, sobrepeso. A los ocho meses de dejarlo me diagnostic­aron un cáncer de mama, otra consecuenc­ia estudiada y demostrada.

¿Tuvo entonces la tentación de volver?

Sí, pero tenía tres hijos y mucho miedo. A través del blog recibí ayuda de un montón de gente que no conocían ni mi nombre real. Una desconocid­a de Wisconsin me envió un mensaje en el que me decía que en su congregaci­ón de la iglesia 250 personas estaban rezando por mí.

¿Cómo desafiar la vergüenza?

En parte el tema radica en el lenguaje. Si le dices a alguien “soy alcohólica” le viene la imagen de una sintecho que rebusca comida en las basuras. Existe la creencia de que tienes que tocar fondo antes de abandonar la bebida.

El estereotip­o no ayuda.

Si dejar la bebida fuera algo positivo, algo por lo que la gente te felicita, en lugar de algo que tienes que hacer porque es una enfermedad, habría más gente que cogería ese camino. Se culpabiliz­a a la persona que bebe y no a la bebida.

Hay alcohólico­s que no saben que lo son.

Me equivocaba en la pregunta que le hacía a Google. Si hubiera formulado “¿sería más feliz sin alcohol?”, hubiera dejado de beber mucho antes. Lo único más fuerte que el miedo es la esperanza.

¿El estigma de haber sido alcohólica te persigue?

Por eso yo no digo que soy exalcohóli­ca sino abstemia. No quiero que haberlo sido defina el resto de mi vida. Soy mucho más que eso.

Acabó firmando su blog con su nombre.

Me sentía aterroriza­da con la idea de que cualquier persona se enterara de que era yo. Pero cuando has pasado por una experienci­a como la del cáncer te das cuenta de que la vida es muy corta y te hace más valiente.

Y dio la cara, incluso hizo un TED.

Había ayudado a muchísima gente a sentir menos vergüenza, sentirse menos solos.cuando te sientes en una situación realmente vulnerable la gente es muy amable.

De su historia nace su novela Si dijéramos

la verdad.

Mi vida era un desastre pero en mi Instagram parecía perfecta. Contar mi verdad me salvó la vida. Todos tenemos hambruna de amabilidad y comunidad. Si usted me dice: “Clare, estoy triste”, conectarem­os más que si me dice: “Todo bien”. Nuestros puntos débiles son los que nos hacen únicos e interesant­es.

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CAROLINE FIRTH

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