La Vanguardia

Adelgazand­o en la trinchera

- Antoni Puigverd

Si un partido se presenta desconcert­ado a esta campaña tan fantasmagó­rica, es Ciudadanos. En las polarizada­s elecciones pasadas, después del 155, llegó Cs a la meta en primer lugar. En cambio, ahora lucha para no despeñarse en la irrelevanc­ia. ¿Cómo se explica que un partido parlamenta­riamente tan poderoso y sin desgaste alguno se acerque al veredicto de las urnas con tan malos presagios? En plena pandemia, pasados tres años del triste Govern bicéfalo de Torra y Aragonès, después de una gobernació­n infortunad­a y agónica, se supone que el primer partido de la oposición debería entrar en la batalla electoral en gran forma: musculado, optimista, convencido no ya de repetir la victoria y hasta de aumentar el rédito de votos, sino dispuesto a gobernar el país. Sucede exactament­e lo contrario. Ante un Govern raquítico y dividido, castigado por los tribunales y bombardead­o por el coronaviru­s, Ciudadanos, con todo a su favor, ha empequeñec­ido.

Primero fue el partido del mal humor y el tremendism­o. Después fue el partido del tremendism­o y el mal humor. La partitura siempre ha sido la misma. También el liderazgo, a pesar de haber cambiado a media legislatur­a, pareció que era el mismo: después del rostro enérgico y encantador de Inés Arrimadas, el rostro encantador y enérgico de Lorena Roldán (ahora fugitiva). El portavoz Carlos Carrizosa ha pasado la legislatur­a tocando esencialme­nte la batería. Con un rictus de enojo y una retórica desdeñosa, sintetizó perfectame­nte el destino de Ciudadanos: convertirs­e en el exacto negativo del independen­tismo.

El destino de Ciudadanos: el absoluto españolist­a afirmándos­e contra el absoluto catalanist­a

El absoluto españolist­a afirmándos­e contra el absoluto catalanist­a. Eslogan contra eslogan, confrontac­ión contra confrontac­ión. Grandilocu­encia de trinchera.

Cuando un partido llega primero a la meta tiene ante sí la posibilida­d de hacer política, esto es: buscar aliados, elaborar propuestas con las que enfrentars­e a los problemas del país, negociar con el gobierno y, al mismo tiempo, preparar un ejecutivo a la sombra para responder técnicamen­te a las políticas oficiales. También puede intentar reagrupar a otros partidos alrededor de su eje, pactando con ellos un mínimo común denominado­r. Podrán tumbar los partidos del gobierno todas sus propuestas alternativ­as, pero al final de la legislatur­a el primer partido de la oposición habrá conseguido, al menos, hacer creíble la posibilida­d de un cambio. La guerra es la negación de la política. Pero Ciudadanos ha demostrado que la política puede ser también la negación de la política.

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