La Vanguardia

Coca de recapte

- C.J.

Es el chef de Bambarol, Ferran Maicas, quien me acerca la caja de frutas reciclada en la que ha introducid­o con mimo la coca de recapte que ahora vende para llevar. Es él quien me habla de esta novedad que prepara tal como lo hacía su tía Teresina; con la masa madre, con pimientos rojos y verdes asados en su punto (caramelo fino), la cebolla en crudo macerada en el jugo del asado, las butifarras del pueblo, Almenar… Es él quien me entrega la pieza recién horneada, en ese embalaje sencillo, como cuando te marchabas de casa de tu tía con el regalo sabroso.

Es el chef de Bambarol pero podría ser cualquiera de sus colegas quien hubiera hurgado en la memoria del gusto para darte lo mejor, como quien entrega en mano un trocito de sí mismo. ¿Qué más se puede hacer, en los tiempos que corren?

En la mirada de Maicas, siempre atento, ahora hay melancolía de la vida de antes. Del negocio lleno (inútil ir sin reserva), de los buenos tiempos, de las ilusiones compartida­s con amigos que han tenido que bajar la persiana. De antes de las promesas falsas a un sector que tiene todo el derecho a sentirse abandonado.

Me llevo el paquete y, por el camino, pienso en lo que viene: el ingenio de la cocina del aprovecham­iento, la lucha por sobrevivir, la cocina esencial y las emociones, que alimentan. Pero también la resistenci­a para no volverse loco. Llego a casa, hambrienta, y devoro la coca, que es maravillos­a y recomiendo. Decía el chef que la tía Teresina, “que en pau descansi”, estaría orgullosa de él. Lo decía mientras me entregaba la caja envuelta en plástico como el niño que te da su lata de juguetes y en ella un poquito de su alma. ¿Qué más se puede hacer, desde las cocinas? Cruzo los dedos para que resistan Bambarol y tantas otras casas de comidas auténticas y buenas.

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