Nuevos formatos
Mientras prácticamente toda Europa baja el telón cultural, teatros y óperas siguen abiertos en Luxemburgo y España, como apuntaban hace unos días Maricel Chavarría y Justo Barranco en estas páginas. También existe la posibilidad de ir a algún concierto (para desconcierto de conocidos que viven en Grecia y en Francia), y a presentaciones de libros, siempre que no sean en fin de semana ni en librerías que superen los cuatrocientos metros cuadrados, ni estén en otro municipio. El lunes voy a la de Sanguínea, primera novela de la ecuatoriana Gabriela Ponce, publicada aquí por la editorial Candaya, y adaptada al teatro por la misma autora (también dramaturga), con la asistencia en la dirección de Eliecer Navarro y Cristina Osorno, responsable de Literatura y Escena de Casa América Catalunya. Fue allí donde Maribel Arango y Carolina Torres representaron la obra, en un bello montaje poético y embriagador. Las entradas se agotaron en 48 horas.
En el salón de actos, las sillas que no podían ocuparse estaban de espaldas al escenario; eran tres de cada cuatro. Sobre el escenario, las actrices empezaron diciendo “No soy”, y añadían lo que no eran. Sigue siendo el de siempre, solo que en formato digital, el Festival Bcnegra, celebrado esta semana. El martes me conecto a la mesa redonda A ciascuno il suo, en la que participan Massimo Carlotto y Paolo Roversi, autores prolíficos, recuerda la moderadora Claudia Cucchiarato. Ella está en el plató del Palau de la Virreina; ellos, cada uno en su casa. “No os asustéis si de repente veis saltar a un perro”, advierte Roversi, a quien le costó concentrarse al principio del confinamiento porque todo era demasiado trágico, pero acabó escribiendo cuatro novelas. Ninguna sobre la pandemia. Tampoco lo ha hecho Carlotto. Consideran que hay que dejar pasar un tiempo para reflexionar sobre la situación. “La narración obsesiva no está haciendo bien a nadie, hay que distanciarse”, explican, “el papel de la literatura es ayudar a superar los momentos difíciles”.
Carlotto es autor de La senyora del dimarts, “una novela deliciosa, muy sensible y llena de verdades”, según Cucchiarato, y que ha publicado Alrevés/crims.cat. En ella quería hablar de la soledad de nuestra sociedad, indica el autor. Por su parte, en el thriller Los adictos (Roca), Roversi retrata asimismo una sociedad enferma. Cree que las adicciones serán el gran problema del futuro, y son las causantes de haber derrotado a los personajes de su novela; hasta que aparece un método capaz de curar sus obsesiones. Pero la cosa no va del todo bien. El título de la charla hace referencia a un libro de Leonardo Sciascia, para quien la novela negra debía de tener un papel social. Están de acuerdo: lo más importante, dicen, es el trayecto que recorren desde que platean el crimen hasta que se resuelve, y en el que reflejan una época, una fotografía de quienes somos.
¿Es el miedo lo que nos definiría ahora? La primaveral tarde del jueves, se celebra en el patio de la Fàbrica Lehmann la Batalla Poe. Consiste en que cuatro autores deben defender uno de los relatos recogidos en Contes foscos que ha publicado Comanegra. El éxito que tuvieron al inaugurar este formato para presentar Restes de carnaval , de Clarice Lispector, hizo que se agotaran las plazas disponibles. Incluso han venido reporteros de TV3. Como si de un combate de boxeo se tratara, Jaume C. Pons Alorda presenta (y pide un fuerte “¡ue!” al público cuando menciona sus nombres), no solo a los contrincantes, sino a todos los que han hecho posible este libro, desde los traductores
Jordi Cussà y Anna Camps, hasta Joan Sala y el equipo editorial, pasando por Víctor Garcia Tur, autor del prólogo y flamante ganador del Sant Jordi. Ha venido con su hija y comenta que está un poco desmotivado, porque los domingos ya no puede ir a La Calders; y dar clases por videoconferencia no es muy divertido, cuando era algo que le encantaba.
Josep Maria Argemí defiende en siete minutos El pou i el pèndol, que ve como un precedente de Kafka, y también de la literatura confesional de los supervivientes del holocausto. A Carlota Gurt le ha gustado El barril d’amontillat porque condensa muchos elementos de Poe: el enterramiento en vida, el retrato psicológico del criminal en primera persona, la anticipación, la descripción del mal absoluto, la ironía de que el desafortunado de la historia se llame Fortunato. Cuando lleva nueve minutos de combate, Pons Alorda le advierte con una campanilla que solo cuenta con uno más. Sale Inés Macpherson y dice que, como narradora profesional, El cor delator es uno de los que más ha contado y uno de los que más disfruta; es un cuento sobre la muerte y el miedo a la muerte, relatado por una primera persona que intenta infructuosamente convencernos de que no está loco. En último lugar, Elisenda Solsona explica que Poe ha influido mucho en su obra, y elige Berenice porque corta la respiración y por su final terrorífico.
Mientras el público vota a su candidato ganador con puntos de libro que se han repartido al principio, recuerdo algo que ha comentado Pons Alorda, tomado de un tuit del poeta Josep Pedrals: “Nunca he practicado el derecho a la participación política en mítines, pero lo he practicado un montón de veces en actos culturales”.
Como un combate de boxeo, cuatro autores defienden uno de los relatos de Poe recogidos en ‘Contes foscos’