La Vanguardia

“Todos podemos caer en el lado oscuro”

Graziella Moreno, juez y novelista, que publica ‘El salto de la araña’

- XAVI AYÉN

En algunas historias de superhéroe­s, vemos a jueces que, por la noche, se transforma­n en justiciero­s que llegan a donde no pueden en el marco estricto de la ley. Salvando todas las distancias, la magistrada Graziella Moreno (Barcelona, 1965), flamante titular del juzgado de incapacida­des número 58 de Barcelona –y durante los últimos diez años, del número 6 de lo penal–, cuelga la toga al llegar a casa para escribir ficciones que la han convertido en un nombre del género negro a tener muy en cuenta. Su sexta novela, El salto de

la araña (Alrevés), ha ganado el premio Letras del Mediterrán­eo y explora el tema de las relaciones tóxicas a partir de una joven pareja, Javier y Alba, que se verán involucrad­os, como sin darse cuenta, en asuntos criminales de calado. Moreno ha participad­o en el festival Bcnegra, que hoy tiene como plato fuerte la intervenci­ón del japonés Hideo Yokoyama, autor de

Seis cuatro (11 h, en www.barcelona.cat/bcnegra o en Youtube).

El primer enigma aquí es quién es el muerto del principio, que no se desvela hasta el final...

Hay esa intriga, pero lo importante para mí era hacer una crónica íntima de la destrucció­n de una pareja escrita en primera persona por un chico, Javier, veinteañer­o, que trabaja de exterminad­or de plagas de insectos en Barcelona, y que explica lo que ha vivido de forma sincera.

Como escritora se mete en la mente de los criminales. ¿Lo hace en su otro trabajo?

Me interesa mucho saber por qué la gente hace las cosas, me pregunto a menudo por qué hay gente que arruina su vida de golpe y porrazo con una mala decisión.

Lo de exterminad­or de plagas...

Me documenté. Kierkegaar­d habló del salto de las arañas hacia abajo, siempre ven un espacio vacío en el que no pueden hallar apoyo por mucho que se estiren. ¿Se imagina el vértigo? O esas hormigas que andan hacia atrás... Uso la conducta animal como metáfora.

Cuando tiene una cita con la rubia, el exterminad­or no le explica su trabajo. ¿Les pasa a los jueces cuando salen de noche?

Sí, yo no lo explico casi nunca. ‘Trabajo en los juzgados’, digo. Hay profesione­s que intimidan, y no debería ser así. Por eso intento romper estereotip­os en las novelas. Mankell me gusta mucho, pero dibuja jueces amargadas, con problemas con la bebida y el marido...

Todos hemos tenido un momento en que podíamos haber pasado al lado oscuro, ¿no?

Todos podemos caer ahí. Hay una idea estereotip­ada de la gente que va a los juzgados. La familia te dice: ‘¡Uy, verás a gente muy rara!’. Y son como todos nosotros. Todos acabamos pasando por un juzgado, en un rol u otro. Un mal paso y un mal día lo puede tener cualquiera.

Él roba desde niño pero sin ser cleptómano, es como un juego.

Es tan hábil que, en su juventud le proponen formar parte de una banda pero no le interesa, no estamos hablando de un delincuent­e en sí sino de una persona normal.

Un guardia le cuenta al padre de Javier los desastres que ve hacer a la gente. ¿Usted también?

Cuando entras en casa de la gente para hacer un levantamie­nto de cadáver, o porque hay alguien en condicione­s sanitarias muy malas, alucinas con la manera de vivir de algunos, de gente que de puertas afuera parece otra cosa. Ves cosas que no te imaginabas. En los barrios altos y en los bajos.

El asesinato es el elemento clave de la novela negra. La mayoría de autores fantasea, pero usted los ve a menudo.

Sí, incluso en prisión. Cuando muere alguien de golpe en la cárcel o en dependenci­as policiales, hay que ir, primero el forense y luego el juez, a indagar si hay indicios de criminalid­ad. En Brians hay tal vez unas 3.500 personas, como una pequeña población, y juzgamos todo lo que les pasa. He visto gente que se ha suicidado con las sábanas.

A veces los detectives de ficción hacen justicia más allá de la ley, justo lo contrario de su trabajo como juez.

Como escritora puedo hacer lo que me plazca, no juzgo. Y, como juez, a veces me quedo con las ganas, claro. Para sentenciar solo te puedes basar en las pruebas presentada­s al juicio. A veces ves a alguien que sientes que es culpable, pero si no hay pruebas lo debes absolver. En la novela, sí puedo castigarle­s.

¿Alba, qué tiene?

No soy psiquiatra pero apunta a un trastorno bipolar, a mí me interesa cómo la crió su madre y la ausencia del padre.

El lector la comprende.

El culpable ha hecho algo malo, pero hay que remontarse muy atrás en el tiempo para entender por qué ha hecho esas cosas. Eso no significa justificar el crimen, pero sí comprender. El homicidio, en el artículo 138 del código penal, tiene una pena de 10 a 15 años, pero ¿por qué una persona llega a ceder al impulso de matar a otra? Eso es lo que me interesa, también como juez, porque me ayuda a decidir entre el grado mínimo y el máximo.

La novela tiene tensas escenas de acción, como cuando Javier entra a robar en una casa.

En una torre de Sarrià. Quise mostrar a esa gente que vive secuestrad­a, con familiares que se aprovechan de ellos, para quedarse su dinero.

Cuanto más dinero tienes, más problemas tienes para que te quieran de verdad. Ves a familias que intentan declarar la incapacida­d de una persona mayor para controlar su patrimonio.

¿Cuánta gente ha enviado a la cárcel?

A los que tocaba. Tengo la conciencia bastante tranquila. Intentas trabajar lo mejor posible. Siempre es mejor absolver a un culpable que condenar a un inocente. Se dan errores, es horroroso, gente que está en la cárcel y no puede demostrar su inocencia hasta el día del juicio.

En las cárceles hay biblioteca­s, a lo mejor la lee un condenado.

¿Por qué no? Estaría bien. No me molestaría ir, si me invitan. La Constituci­ón dice que la prisión es para reinsertar a una persona en la sociedad. Hay que procurar que no vuelvan al ámbito delincuenc­ial, darles instrument­os, una profesión, sacarlos de la droga. Si España invirtiera más en asistencia social y salud mental, en los juzgados tendríamos la mitad de trabajo.

SORPRESA

“Al entrar en una casa a levantar un cadáver, ves gente que, desde fuera, parece otra cosa”

TRABAJO DE CAMPO

“Cuanto más dinero tienes, más problemas tienes para que te quieran de verdad”

 ?? MANÉ ESPINOSA ?? Graziella Moreno, fotografia­da esta semana en una calle de Barcelona
MANÉ ESPINOSA Graziella Moreno, fotografia­da esta semana en una calle de Barcelona

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