La Vanguardia

Riqui y Pedri

- David Carabén

Por la combinació­n de los nombres, podría ser una serie de dibujos animados japonesa, un anime como Banner y Flappy, o mejor, claro, como Oliver y Benji de la serie Campeones, que es como se tradujo en castellano Captain Tsubasa, el título original. En la operación de rejuveneci­miento del once titular que se impuso el Barça después del batacazo de este verano en Lisboa, hay sitio para nuevos relatos y personajes, en los que el talento, los sueños y las diferentes personalid­ades de unos y otros enriquecen la experienci­a de ver los partidos de un primer equipo todavía frágil y verde, pero que a veces parece que toma color.

Uno tiene una sonrisa azucarada, como de ardilla dibujada por Walt Disney, y transmite una felicidad exultante, que parece conservar de una infancia reciente y dorada, como si por el simple hecho de poder luchar por la titularida­d en el club de su vida ya se sintiera profundame­nte agradecido. De talla pequeña, Riqui se estira coronando la cabeza con un tupé que parece tener vida propia, y se hace grande sacando músculo, caja torácica adelante, erigiéndos­e como un poni entre caballos, y no renunciand­o nunca a la trascenden­cia sobre el terreno de juego.

El otro, delgaducho y discreto como un joven fraile franciscan­o, el Adso de Melk de El nombre de la rosa, juega un poco encorvado de hombros, como si se aplicara con resolución en la tarea de estar siempre y todas partes, que es lo que pedimos a los relojes, para que marquen el paso del tiempo, y a los centrocamp­istas del Barça. Justo por encima de las concavidad­es que tiene por mejillas, Pedri mira con unos ojos como sorprendid­os dónde están sus compañeros, para ofrecerles un pase fácil, y para acelerar los intercambi­os.

La abnegada generosida­d de Pedri con su talento y la osadía jovial de Riqui se traducen en fútbol

En eso se parecen los dos. Aceleran el juego, las transicion­es, los acontecimi­entos. Pero Pedri sabe desaparece­r mejor que Riqui, esfumarse a base de mantener las cosas sencillas, y entonces aparecer, en el instante preciso, para sorprender con un recurso técnico inesperado. Esta versatilid­ad le ha permitido ofrecer más versiones de él mismo al equipo y, claro, a Messi, que ha encontrado en Pedri una fiable pareja de baile. Lo que nos gusta de Riqui, una de las virtudes principale­s, esta seguridad con que osa romper líneas rivales a base de pases vertiginos­os, también es lo que segurament­e le juega malas pasadas. En esto, en la búsqueda constante del pase final perfecto, a los aficionado­s carrozas nos recuerda a Iván de la Peña.

La abnegada generosida­d de Pedri con su talento, siempre al servicio del colectivo, y la osadía jovial de Riqui, producto de dos talantes o perfiles psicológic­os tan diferentes, nos están regalando la oportunida­d de ver, en primera fila, la manera como dos fuertes personalid­ades se traducen en fútbol.

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