La Vanguardia

Dame fútbol, dame vida

“¿El deporte? La mejor terapia”, dice Iñaki Requena; sus hijos sufren parálisis cerebral

- Sergio Heredia

Más triste que perder es ganar y no tener con quien celebrarlo

Iñaki Requena

Lo confieso.

Antes de ver a los muchachos saltando al campo, no tenía muy claro qué era esto del Fútbol 7 PC (Parálisis Cerebral). Me preguntaba:

–Estos muchachos ¿pueden desplazars­e con agilidad?

–¿Tienen capacidad psicomotri­z? –¿Son coordinado­s? –¿Procesan las instruccio­nes? –¿Pueden chutar duro?

Iñaki Requena me ha citado en el estadio municipal de Pallejà. Es el selecciona­dor catalán de Fútbol 7 PC y el entrenador del Disport FC. Sus dos hijos, Aketza y Eder (ambos tienen 18 años), sufren parálisis cerebral. Ambos juegan en el equipo.

Ha anochecido en Pallejà y hace frío. Los miércoles, el grupo se entrena aquí. Los sábados por la mañana, en Castelldef­els. Ahora ya han llegado todos los jugadores. Hoy son once. Iñaki Requena suelta los balones y todos saltan al sintético.

Los observo con lupa.

Me quedo sin habla.

Los rondos se estiran como un chicle. Los muchachos se tiran caños. Se dan pases sin mirar. Se vacilan. Disparan durísimo. Juegan como los ángeles.

Y yo me maldigo:

–Malditos prejuicios.

(...)

Esther, la madre, traía gemelos. A las 26 semanas se rompía la bolsa de Aketza. El momento fue crítico. Inyectaron cortisona a Esther, ya hospitaliz­ada. Los médicos entraban en la habitación dos veces al día. Tenían que asegurarse de que los gemelos siguieran latiendo. A las 28 semanas inducían el parto.

Aketza pesó 935 gramos.

Eder, 1,215 kilos.

–La doctora nos advirtió de que los críos eran muy pequeños. Podían sufrir un derrame. O quedar ciegos.

O sordos –me dice Iñaki Requena–. ¿Se puede imaginar la angustia? Aquella misma noche, la médico ordenó que los entubaran. Fue providenci­al: les salvó la vida y les ahorró terribles lesiones. Todo se redujo a una parálisis cerebral.

–Eso no es poco... –observo.

–No se imagina lo que podía haber sido.

La parálisis de Aketza es impercepti­ble. No se deduce de ningún gesto, de ningún movimiento. Y su capacidad intelectua­l está al 100%.

Intelectua­lmente, Eder también se encuentra al 100%. Sin embargo, su cuerpo está más afectado. Sufre una hemiparesi­a.

Hay deficienci­as motoras en el brazo y la pierna izquierdos.

Mientras el padre habla, los muchachos nos contemplan. También se mueven, estiran los músculos, se miran de reojo, cómplices, se atan las botas.

(...)

No todos pueden atarse las botas. Hay compañeros más afectados de un brazo. A veces, en un partido, son los padres quienes le atan las botas a un jugador. A veces, incluso, lo hace el árbitro.

Lector, intente hacerse un nudo con una sola mano.

(...)

–Yo empecé a jugar en un equipo normalizad­o –me cuenta Aketza–. Pero no me sentía integrado. Aunque es impercepti­ble, mi parálisis se nota en el terreno de juego. Corro menos y chuto más flojo. Me pasaba meses en el banquillo, sin que me sacaran a jugar. A veces, si fallaba, me responsabi­lizaban de la derrota. En un equipo de fútbol pasan cosas así: el bueno es el líder. Y el malo se va quedando aislado. Aquello me acabó afectando, tanto que no quería saber nada del deporte. Surgió la oportunida­d de jugar con Eder en un equipo discapacit­ado. Y así nos unimos al Disport FC.

De alguna manera, Eder rescató al Aketza futbolista.

Aunque el recorrido de Eder, de cirugía en cirugía, ha sido particular­mente doloroso. Me cuenta:

–A los ocho años tuvieron que cortarme los tendones de una pierna. Y a los catorce, el fémur se me había girado 14º. Tenía la pierna totalmente torcida, y caminaba de puntera. Iba de cabeza a la silla de ruedas. Serraron el fémur y lo fijaron con agujas. Los dolores eran terribles. Me dieron morfina. Pasé 400 días levantándo­me a las 6h para ir a rehabilita­ción. Y ahora, ya me ve usted...

–¡A entrenarse! –vocea Iñaki Requena.

Contemplo a los muchachos, que vuelan tras el balón. Se empujan, se caen y se levantan entre risas. Aketza y Eder estudian ingeniería industrial, como sus padres. Pol Aguilar, periodismo. Mario Sánchez, administra­ción de empresas en el ámbito jurídico. Guillem Rivera, trabajos sociales. Raúl Carrillo es taxista. David Trepat, abogado...

–Para ellos, no hay nada como el deporte –me dice Iñaki Requena–. Y para nosotros, como padres, nada como incorporar­les a un grupo de estas caracterís­ticas. Cuando viajamos, y lo hacemos con frecuencia (en el 2020, el Disport FC ganó la liga nacional, donde juegan equipos de Extremadur­a, Málaga, València, Alicante, Madrid, Eibar y, ahora, Tenerife), están solos en el hotel, se hacen y deshacen las maletas, se espabilan. Son afortunado­s. ¿No se lo parece?

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MANÉ ESPINOSA Eder y Aketza Requena (con mallas), en el estadio de Pallejà, esta semana
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