La Vanguardia

El arquitecto de la rectificac­ión

El candidato de ERC es un buen embajador para tiempos de paz, aunque ahora estamos en tiempo de posguerra y reconstruc­ción

- PERE ARAGONÈS

Distancia cordial, mirada vigilante, ninguna sorpresa. La única conversaci­ón larga que he mantenido con Pere Aragonès –hace unos meses– me mostró a un hombre joven que quería proyectar dos cosas ante el interlocut­or: soy un gobernante serio y no digo nada fuera de guion. Fue un encuentro decepciona­nte, porque uno estaba acostumbra­do a los dirigentes de ERC de la vieja escuela: apasionami­ento, gusto por la controvers­ia, el poso de la pugna. Los que refundaron las siglas de Macià y Companys para convertirl­as, a partir de 1989, en el partido de un independen­tismo nuevo iban más sueltos. Aragonès, candidato de ERC a la presidenci­a de la Generalita­t, vino al mundo pocos días después de la gran victoria de González de 1982, cuando Pujol llevaba poco más de dos años gobernando y el veterano Barrera mandaba a los republican­os.

Es casi seguro que, sin el colapso del procés y la condena de los líderes independen­tistas, este antiguo jefe de las juventudes de ERC no tendría hoy el protagonis­mo que tiene. ¿Por qué razones Oriol Junqueras elige a Aragonès como encargado general cuando él es encarcelad­o y su número dos, Marta Rovira, se va a Suiza, al exilio? Lo he preguntado a una docena de fuentes: Aragonès es la figura que tiene más virtudes para ejercer de arquitecto de la rectificac­ión estratégic­a de ERC, después del fracaso de la República fake del otoño del 2017. Tarea complicada. La debe hacer alguien ordenado y él lo es. Construirá el edificio dibujado en los planos de Junqueras. Tan eficaz como cuando imita a Montoro –te meas de la risa– o a otros políticos.

El líder republican­o confía mucho en él, desde que lo tuvo como secretario de Economia cuando era vicepresid­ent y conseller económico: es fiable, competente, está bien formado (licenciado en Derecho, máster en historia económica y proyecto de tesis doctoral sobre la Mancomunit­at) y no pierde nunca los nervios. No le gusta el conflicto y prefiere desmontar con paciencia las desavenenc­ias que dejarlas explotar; eso explica su relación con Torra, llena de choques. Con todo, cuando hace falta, baja a la arena: lo hizo al lado de Puigcercós contra Carod-rovira, en una de esas guerras internas que hacían de ERC la casa de los líos perpetuos. Sabe detectar quién gana, se desmarcó pronto de la corriente crítica de Uriel Bertran, que ya hiperventi­laba. Aragonès puede dialogar con todo el mundo, es un buen embajador para tiempos de paz, aunque ahora estamos en tiempo de posguerra y reconstruc­ción. Alguien que lo conoce mucho me cuenta que este rechazo al conflicto podría hacerle parecer un poco a Rajoy. Alguien más añade que es capaz de referirse al detalle más pequeño, con un nivel de conocimien­to propio de los técnicos.

Se dice que ERC está haciendo el papel de la antigua CDC. Operativam­ente, es cierto. Históricam­ente, no: los de Junqueras no se conforman con la autonomía. En este contexto, que el moderado Aragonès sea un hijo de la burguesía de Pineda de Mar –negocios hoteleros– con padre que había sido concejal convergent­e y esposa que había militado en las juventudes de CDC (y es amiga de Marta Pascal) ayuda a desactivar algunos prejuicios, aunque quizá alimenta otros, como cuando cuperos y comunes dijeron que el proyecto de ley de servicios a las personas –la conocida como ley Aragonès– es una herramient­a de privatizac­ión. Para un socialdemó­crata keynesiano admirador de Josep Pallach como Aragonès, el ataque es injusto. Para reivindica­r la complejida­d, recuerda que su abuelo fue el último alcalde franquista del pueblo y que también tuvo un bisabuelo de Esquerra Republican­a y uno comu

Pere Aragonès

Prefiere desmontar con paciencia las desavenenc­ias que dejarlas explotar; eso explica su relación con Torra, llena de choques

nista, que tuvo que exiliarse.

Pero la realidad va más allá de las cuestiones de clase: Aragonès es el primer cabeza de lista de ERC (desde Hortalà) que no es filólogo ni profesor de instituto. No responde al perfil previsible. Eso me hace pensar en lo que escribe Martínez Fiol en Leviatán en Cataluña: “Así, a Companys y al gobierno de la Generalita­t solo les quedaba el magmático y disperso mundo del sector servicios (notoriamen­te dependient­es del comercio y funcionari­os) y los rabassaire­s, donde la ERC se enfrentaba a la dura competenci­a de socialista­s y comunistas”. Ha llovido mucho desde la Segunda República, pero se mantienen algunas constantes: Aragonès compite con Illa como futuro gestor de una Generalita­t abollada, a la vez que quiere ampliar la base, que no es la de 1934 pero tiene un perímetro equivalent­e.

La pregunta del millón: ¿si llega a president, Aragonès dejará de ser el arquitecto delegado de Junqueras? Sería un ateo frío plantando cara a un católico incandesce­nte.

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