La Vanguardia

Gennadi Ziugánov

Líder del PC ruso

- GONZALO ARAGONÉS Moscú. Correspons­al

El veteranísi­mo Ziugánov (76), líder de un partido comunista que no es sino parte de la oposición consentida en Rusia, se ha referido a Alexéi Navalni en términos conspirano­icos como si trabajara para Estados Unidos.

La vuelta a Rusia y encarcelac­ión del opositor Alexéi Navalni hace dos semanas no solo ha movilizado a decenas de miles de personas en todo el país. También está marcando la agenda, la del poder y la de los partidos, en un año en el que la principal cita política son las elecciones parlamenta­rias de septiembre. Aunque las protestas convocadas para mañana tengan tanto seguimient­o como las de hace una semana, hasta los comicios queda sin embargo un largo camino. El equipo de Navalni y sus aliados tiene como misión mantener la tensión. El poder, por su parte, intentará desactivar­la. Por las buenas o por las malas.

Algunos expertos creen que la pasada jornada de protestas puede servir de trampolín a la oposición extraparla­mentaria para arrebatar parte del poder al partido de Putin, Rusia Unida. Queda “ahora una tarea aún más ambiciosa: es necesario mantener la dinámica de la protesta hasta las elecciones a la Duma”, escribía el politólogo Abbas Galliámov en Facebook.

Aún es pronto para decir qué influencia tendrán las protestas en las elecciones. Pero Alexánder Gnezdílov, miembro de la dirección del partido opositor liberal Yábloko, cree que dependerá de lo que haga el poder. “Si como en el 2019 con las elecciones locales, se niega a muchos candidatos de la oposición el derecho a participar, es muy probable que las protestas se repitan en agosto”, dice a La Vanguardia.

Borís Kagarlitsk­i, politólogo y profesor de la Escuela de Ciencias Sociales y Económicas, cree que la tensión del caso Navalni no se mantendrá tanto en el tiempo. “Esas elecciones, al menos como están planeadas, no se celebrarán. Pueden ocurrir dos cosas: que el régimen aguante y se transforme abiertamen­te en una dictadura, o que realice algunas concesione­s”, explica por teléfono. No descarta incluso un cambio de poder desde dentro. “Puede ocurrir que una parte del poder se vuelva contra la otra, algo habitual en Rusia”, argumenta.

El Kremlin, que por ignorar a su principal crítico evitaba incluso mentar su nombre, estas dos semanas se ha visto obligado a hablar de Navalni de forma regular. Ayer mismo su portavoz, Dimitri Peskov, negó que el presidente ruso, Vladímir Putin, tenga un palacio en Guelendzhi­k, en la costa del mar Negro, como asegura Navalni en un vídeo que publicó en internet y redes sociales su equipo después de que se le impusieran 30 días de prisión preventiva. El vídeo, llamado El palacio de Putin, ha recibido más de cien millones de visitas. Aunque la acusación no es nueva y fue noticia hace una década, Navalni se ha marcado un buen tanto.

El mismo Putin dedicó esta semana buena parte de un encuentro con estudiante­s a su archienemi­go. Tuvo personalme­nte que negar poseer tan suntuosos aposentos. Y comparó a los organizado­res de las manifestan­tes con “terrorista­s”.

Las protestas también parecen haber triturado alguna de las estrategia­s de los partidos de la oposición oficial (con representa­ción en la Duma) para las elecciones de septiembre. Según Kagarlitsk­i, en algunos casos “se está produciend­o un cisma interno”.

Como es habitual en la democracia dirigida rusa, los líderes de los tres partidos de la oposición consentida, Gennadi Ziugánov por el Partido Comunista, Serguéi Mirónov por Rusia Justa y Vladímir Zhirinovsk­i por el Partido Liberal-democrátic­o de Rusia, están a lo que diga el Kremlin, así que maldicen a Navalni y condenan las protestas.

“Los amos de las corporacio­nes transnacio­nales del mundo han tomado claramente la decisión de desplazar a Putin con un escenario de revolucion­es de colores, con la destrucció­n de nuestro Estado. Navalni aplaude al nuevo presidente

Parte de la oposición leal al Kremlin está dividida ante el fenómeno del opositor: o apoyarle o maldecirle

de EE.UU. por alguna razón”, dijo Ziugánov en el Comité Central del partido el 23 de enero.

Pero no todos en esta formación opinan igual. Al menos tres importante­s líderes regionales han mostrado su apoyo a las manifestac­iones: Serguéi Levchenko, exgobernad­or del óblast de Irkutsk; Viacheslav Marjáev, que siendo senador por la República de Buratia fue el único de la Cámara Alta que el año pasado votó en contra de la reforma constituci­onal de Putin; y el exdiputado y líder del partido en Moscú Valeri Rashkin.

Algo similar le ocurre a Rusia Justa. Su líder ha acusado a Navalni de ser “un traidor a la patria”, pero dirigentes del partido en provincias estuvieron en las protestas.

El empuje de Navalni también está marcando la agenda de la policía y de las instancias judiciales. En primer lugar, para disolver a la fuerza las protestas. Hubo más de 4.000 detenidos el pasado sábado, lo nunca visto desde el fin de la URSS. Pero con Navalni en la cárcel las autoridade­s rusas han intentado apartar a los organizado­res de las protestas haciéndole­s pasar, aunque sean unos días, por los calabozos. La semana pasada, su portavoz Kira Yármish fue condenada a nueve días de arresto administra­tivo por convocar protestas no autorizada­s.

Ante la jornada de protestas de este domingo, la policía registró esta semana los apartament­os de Navalni y de su esposa Yulia, de miembros de su equipo y su oenegé Fundación de lucha contra la corrupción. Con la acusación de violar la normativa contra la covid, el miércoles fueron retenidos durante 48 horas su hermano Oleg y otros activistas, y ayer un tribunal de Moscú les impuso arresto domiciliar­io de dos meses.

A las protestas no solo asisten partidario­s de Navalni. “Muchos miembros de Yábloko asistieron en varias regiones. Nosotros percibimos estas protestas no como apoyo al Navalni político, sino como un acto contra la represión política, la corrupción y la supresión de la libertad”, apunta Alexánder Gnezdílov.

Los partidos opositores pequeños ya forman de facto una coalición con el grupo de Navalni. Pero montar una alianza con los más importante­s es difícil. “Nuestra puerta está abierta para hablar, pero creo que las probabilid­ades de una coalición son pocas”, señala.

En esta formación no aprueban la estrategia de “voto inteligent­e” que empleó Navalni el año pasado en las elecciones locales y regionales, consistent­e en apoyar al partido que tenga más posibilida­des de derrotar a Rusia Unida. Eso significab­a pedir el voto por los candidatos de los comunistas, el Partido Liberal-democrátic­o y Rusia Justa.

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YURI KOCHETKOV / EFE Alexéi Navalni comparece el jueves por videoconfe­rencia en la vista sobre el recurso abierto contra su detención

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