La Vanguardia

Una selfie a los 140 años

- Director adjunto Miquel Molina

Las historias de éxito que cabalgan los siglos –La Vanguardia ha conocido el XIX, el XX y el XXI– son el resultado de la capacidad de adaptación a la sociedad cambiante. El rostro rejuveneci­do que exhibe hoy el diario de la fa mili ago dó no es el de un dorian gray varado en el tiempo: es el espejo renovado en el que se refleja su del ectoras y lectores, con sus fortalezas y debilidade­s. Solo esa voluntad de detectar, comprender y asimilar las nuevas tendencias sociales ha permitido a este diario realizar esta larga travesía.

Por eso, porque un medio de comunicaci­ón no lo integran solo sus propietari­os, sus trabajador­es o su audiencia, sino también las personas que transitan cada día por sus páginas, La Vanguardia ha querido sumarlas a este aniversari­o. Desde el periódico se ha invitado a figuras relevantes de diferentes ámbitos sociales a escenifica­r el compromiso de este medio con los nuevos tiempos, representa­ndo, cada cual a su manera, la V de Vanguardia. En definitiva, se trata de una selfie colectiva que remite a una tendencia ancestral: el deseo no solo de mantener el rigor, sino también de empatizar. “Tenemos que entender la seducción como una potencia motriz, una de las grandes fuentes de la energía necesaria para la actividad y la creativida­d humanas”, escribe el ensayista Gilles Lipovetsky en su reciente libro Gustar y emocionar (Anagrama). Es con ese deseo de seducir que La Vanguardia quiere mostrar hoy su mejor cara por persona interpuest­a.

En el pasado, fueron sobre todo los artistas quienes subrayaron con su talento las celebracio­nes del diario. casas, non ell, miró, dalí, Tàpies, Brossa o Viladecans aceptaron en su día la invitación y crearon obras ex profeso para este medio. También Miquel Barceló o Jaume Plensa, que hoy nos regalan su V. Pero, conforme la sociedad se ha ido haciendo diversa, han aparecido nuevos liderazgos en ámbitos como el deporte, la cocina, la moda, el periodismo, el cine, la televisión o la economía. Su V no es solo un regalo para esta redacción, sino también un aliciente para seguir intentando hacer buen periodismo, sin adjetivos. Aprovechan­do los avances tecnológic­os para informar mejor y a más gente, pero sin recurrir a los filtros embelleced­ores ni a los encuadres tramposos.

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