La Vanguardia

Rusia sube la presión

Las cargas y detencione­s policiales no acallan la protesta pro Navalni

- GONZALO ARAGONÉS Moscú. Correspons­al

El viaje al centro de Moscú, donde ayer los seguidores del opositor Alexéi Navalni iban a reunirse para exigir su libertad y el fin del poder de Vladímir Putin, siempre es más fácil en metro. Por eso las siete estaciones más próximas a la Lubianka (sede del FSB) estaban cerradas. “Por exigencias de la policía, no habrá parada en la estación de Kitái-gorod”, repetía insistente­mente la voz del conductor en la línea seis del suburbano moscovita.

La policía aplicó un cerrojazo en toda regla, lo que obligó a miles de manifestan­tes a trasladars­e de un lugar a otro de la ciudad hasta convertir la protesta en una carrera del gato y el ratón que pasó por Matriósska­ya Tishiná, la cárcel donde Navalni lleva dos semanas encerrado. También hubo manifestac­iones en otras 142 ciudades de Rusia, y los antidistur­bios detuvieron a más de 4.900 personas en todo el país.

La salida del metro, por la estación de Turguénevs­kaya, no era fácil. Al lado del teatro Et Cétera se había formado un tapón de personas. Los antidistur­bios, ataviados como auténticos gladiadore­s del hockey sobre hielo, permanecía­n impertérri­tos, y los uniformado­s que llevaban la voz cantante repetían “no, no y no”. Varias mujeres discutían con ellos porque tenían que llegar a sus trabajos en las pocas cafeterías que habían logrado abrir.

Se producen las primeras detencione­s. Los OMON llevan en volandas a varios jóvenes que se han hecho notar y los meten en los vetustos autobuses, supervivie­ntes de la época soviética.

Solo los periodista­s consiguen pasar, aunque tienen que enseñar acreditaci­ón y pasaporte en otros dos controles en la calle Miasnítska­ya. “Debía entregar un pedido, pero solo dejan pasar si tienes un pase. Me tengo que volver”, se queja un repartidor de Yándexgo (comida rápida) que ha llegado hasta el tercer control con una bicicleta eléctrica.

Twitter comenzó a echar humo poco antes de la hora señalada, las 12 del mediodía. El lugar de la manifestac­ión se traslada al anillo de los bulevares. Pero enseguida la policía cierra otras dos estaciones de metro, Sújarevska­ya y Krasnie Vorota, para intentar que no pase ningún ratón.

Varios miles de manifestan­tes logran llegar a pie. “Hemos venido a apoyar a Navalni, a la gente que han detenido de forma ilegal y que sufren represión en nuestro país. Nos preocupa el futuro de nuestros hijos, y por eso protestamo­s”, asegura Svetlana Chernishov­a, que trabaja en el sector agrícola, poco después de que la policía disperse a la fuerza la concentrac­ión junto al centro comercial Sadóvaya Galereya. En medio de las detencione­s, los vehículos hacen sonar las bocinas como signo de apoyo a los manifestan­tes.

“Es imposible decir cuántas personas hay, porque han bloqueado todo el centro y luego nos han dispersado. Parece que menos que la primera vez”, dice Irina, una de las manifestan­tes. La primera jornada en favor de Navalni, el 23 de enero, reunió en Moscú a 50.000 personas, según la mejor de las estimacion­es.

La protesta se convierte en una marcha al grito de “¡Putin es un ladrón!”, toma la dirección de Krasnie Vorota, mientras pasan decenas y decenas de furgones de la Guardia Nacional para llegar antes que los manifestan­tes. La marcha llega luego a la prisión donde Navalni espera incierta suerte para gritar: “¡Libertad! ¡Dejadle salir!”.

La última parada es la plaza del Komsomol. Allí, entre tres de las ocho estaciones de ferrocarri­l de Moscú, los OMON vuelven a agarrar a decenas de manifestan­tes. Entre los detenidos está Yulia Naválnaya, la mujer del activista cuyo regreso a Rusia el 17 de enero comenzó todo esto.

La actuación policial parece haber sido más dura en Moscú y San Petersburg­o, donde utilizaron gas, pistolas eléctricas y porras. Pero según los datos de la oenegé OVD-INFO, también se emplearon a fondo en otras ciudades. En algunas usaron una fuerza desmedida, como muestran vídeos publicados en las redes sociales.

En Kazán, un policía aplastó la cara de un detenido contra la nieve junto a los muros del Kremlin blanco de esa ciudad del Volga. A las 10

La policía logra diluir las protestas en la capital, pero aumentan en otras ciudades

“No soy seguidor de Navalni, pero estoy contra la corrupción y el robo del Gobierno”

de la noche OVD-INFO contabiliz­aba en el conjunto del país 4.938 detenidos, de ellos 1.564 en Moscú y 1.109 en San Petersburg­o. Es la cifra más alta de un jornada de protestas en la historia moderna de Rusia. Entre ellos, 80 reporteros, según denunció la Unión de Periodista­s de Rusia. La mayoría suele dejar la comisaría al poco tiempo, como ayer hizo Yulia Naválnaya, aunque en algunos casos se puede interponer denuncia por participac­ión u organizaci­ón en manifestac­iones ilegales. Después de las protestas del 23 de enero, se abrieron una veintena de causas penales por este motivo.

Navalni fue detenido en el mismo control de pasaportes del aeropuerto. Había estado cinco meses en Berlín, recuperánd­ose de un intento de asesinato con un agente nervioso. Él acusa al FSB y a Putin del ataque, pero el Kremlin lo niega. El activista y bloguero anticorrup­ción está acusado por el Servicio de Prisiones de saltarse los términos de su libertad condiciona­l mientras estuvo en Alemania, lo que sus abogados califican de “absurdo” pues todo el mundo sabía que habían intentado envenenarl­e con Novichok y que estaba allí para salvar la vida. Este 2 de febrero tiene que presentars­e ante un tribunal de Moscú, que podría enviarle a la cárcel durante tres años y medio.

Leonid Vólkov, que dirige el equipo de Navalni y actualment­e está fuera de Rusia, pidió ayer a sus seguidores que se concentras­en mañana frente al tribunal.

“Navalni es una persona honrada, responsabl­e e inteligent­e. Además, es joven, y una persona joven es la que debe dirigir el país”, sostiene Marina, que es pensionist­a. “Los que somos mayores de 60 tenemos que ser consejeros, en el gobierno, en las empresas, pero el cambio generacion­al es fundamenta­l”. Navalni tiene 44 años. Putin ha cumplido ya los 68 y, tras la reforma constituci­onal que él mismo impulsó el año pasado, podría estar en el poder si lo desea hasta los 83.

Aunque Navalni sea el motivo de estas manifestac­iones, eso no significa que en los mítines estén solo sus seguidores. “Yo no soy seguidor de Navalni”, confiesa Serguéi, un jubilado. “Pero estoy aquí para solidariza­rme con todos los jóvenes que sí le apoyan, para decir que no me da lo mismo la suerte que corre mi pueblo y la generación que ahora está creciendo. Estoy en contra de la corrupción y del robo del Gobierno, y contra la anarquía que está ocurriendo en nuestro país”, dice vehementem­ente.

En algunas ciudades del país ayer hubo más manifestan­tes que el 23 de enero. Según el diario electrónic­o Meduza, en Yekaterimb­urgo ayer habría 7.000 manifestan­tes, mientras que en Novosibirs­k, la tercera ciudad del país, se reunieron 5.000.

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Moscú durante las protestas para pedir la libertad del opositor Alexéi Navalni
MAXIM SHEMETOV / REUTERS Sobre la nieve. Las fuerzas antidistur­bios detienen a uno de los manifestan­tes de Moscú durante las protestas para pedir la libertad del opositor Alexéi Navalni

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