La Vanguardia

El ‘procés’ no fue la única causa para no lograr la EMA

- IGNACIO OROVIO Barcelona

Por culpa del independen­tismo, Catalunya ha perdido “inversione­s y posiciones en los rankings de gestión y excelencia” y por culpa de esos “conflictos estériles” Barcelona no es la sede de la Agencia Europea del Medicament­o (EMA, por sus siglas en inglés), aseguró ayer el candidato del PSC a president, Salvador Illa, y hasta la semana pasada ministro de Sanidad.

Cuando se aprobó el Brexit, la Unión Europea decidió abrir un proceso para elegir una nueva ciudad como sede de la EMA, hasta entonces en Londres.

Barcelona presentó sus avales y durante meses parecía no solo que tenía opciones, sino que se soñó a ratos con ser la favorita.

En plena tensión por el procés, las fuerzas políticas unieron fuerzas, pero finalmente, en noviembre del 2017, Amsterdam fue la ciudad elegida. ¿Fue culpa del procés, como dijo ayer Illa?

Posiblemen­te algunos votos cambiaron de favorito tras la tensión de aquellas fechas, pero lo cierto es que en las semanas anteriores habían trascendid­o informes de la propia UE que calificaba­n de “excelente” la conectivid­ad aeroportua­ria de Amsterdam (acabó empatada a puntos con Milán y ganó en un sorteo) y solo de “muy buena” la de Barcelona (y la de Milán). Además, Holanda ofrecía incentivos fiscales (y Barcelona no) y un edificio nuevo financiado por el gobierno central con buenas condicione­s de alquiler. Barcelona, la torre Agbar, privada.

Un informe de la consultora KPMG, además, destacaba las altas cifras de paro en España y una inferior I+D respecto a Holanda (e Italia), así como su superiorid­ad en innovación. También en publicacio­nes científica­s eran superiores los Países Bajos, con más del doble de cabeceras que España y el triple que Italia. Había más motivos: el área metropolit­ana de Amsterdam cuenta con cinco facultades de medicina entre las 200 mejores del mundo, y Barcelona, solo con dos.

De ahí que la inestabili­dad quizás tuviera incidencia, pero había también factores estructura­les.

Barcelona era peor que Amsterdam en conexiones aéreas, I+D, innovación y facultades de medicina

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