La Vanguardia

La cofradía del virus

- Jordi Basté

Como buen TOC (trastorno obsesivo compulsivo), una de mis actuacione­s habituales es realizar las cosas repetitiva­mente. Rutinas y rituales. Las verbalizo porque me ayuda a superar el problema confirmand­o que somos muchos y que vale la pena reírse de nuestras propias ridiculece­s... aunque cueste (y mucho) dejar de ejecutarla­s. Una, por ejemplo, es relativame­nte nueva, desde la muerte del ilustrador de Los 8 errores de La

Vanguardia, Jean Laplace. Se resume en restar todas las mañanas los días, meses y años que faltan para que La

Vanguardia haya vuelto a publicar todas las ilustracio­nes del maestro de las diferencia­s. Hoy, por ejemplo, faltan 40 años, 9 meses y 30 días, que es la distancia entre el viernes 2 de mayo de 1980 (viñeta de hoy) y el 1 de febrero del 2021.

En marzo, en los momentos de cuarentena pandémica, me dedicaba a contar los coches que subían por una calle cercana a mi casa y los que bajaban

(no se obstaculic­en mentalment­e: en tenis sumamos 15, 30 y 40 sin confirmada explicació­n científica).

De hecho, desde la ventana del comedor alcanzo a ver la entrada de un colegio electoral. El 14-F podría hacer un TOC y alquilar el lugar para averiguar, en una mezcla kitsch de La ventana indiscreta y Aquí hay tomate, los apellidos de las familias del vecindario que votarán en la franja de siete a ocho de la tarde que el Govern ha reservado para los infectados, contactado­s, amigos y saludados. En los pueblos será más preocupant­e porque la baja densidad de población hara más fácil el uso del señalamien­to discrecion­al.

En una época en que hemos aceptado, de una manera preocupant­e como sociedad, un lenguaje bélico para nuestra manera de vivir (toque de queda, confinamie­nto .... ), solo nos faltaba la estigmatiz­ación de los positivos y allegados.

Nos obligan a quedarnos en casa cuando damos positivo o a hacer cuarentena­s de diez días para los contactos directos, pero en cambio les permitirán salir, como si fueran afortunado­s zombis, para ir a depositar unos votos apestados (por el virus, no por la papeleta).

“Ya salen los de la cofradía del virus”, podríamos gritar desde los ventanales transforma­ndo el placer democrátic­o del sufragio en un desfile de Semana Santa. La absurda idea convierte en una visión infernal depositar un voto en una urna. No se merecen los positivos más estigmatiz­aciones por muy asintomáti­cos que sean. Al paso que vamos, acabaremos todos TOC contando los días que faltan para que el Govern de turno deje de vendernos ideas políticas de vendedores ambulantes de crecepelo.

La absurda idea convierte en una visión infernal depositar un voto en una urna

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