La Vanguardia

Muertos en la calle

- Enric Sierra

La crisis sanitaria, social y económica que arrastramo­s, sumada al ambiente preelector­al instalado en Catalunya desde el verano, ha aletargado Barcelona políticame­nte. De hecho, el tono político de la Casa Gran ha bajado desde que se constituyó el gobierno de coalición en la Moncloa entre socialista­s y podemitas, las mismas formacione­s que gobiernan en la capital catalana. Las críticas hacia el gobierno central se han atenuado y se guardan en el ámbito privado.

Un ejemplo de este cambio de actitud se vio la semana pasada en la conferenci­a anual de la alcaldesa de Barcelona. Ada Colau compareció con la idea de que su charla fuera intranscen­dente y lo consiguió. Se dedicó a defender algunas de sus controvert­idas actuacione­s sin una pizca de autocrític­a y aseguró que la ciudad está preparada para salir reforzada de esta crisis, pero sin ofrecer ninguna novedad. Solo una tímida crítica a la Generalita­t y nada más. La conferenci­a de la alcaldesa fue una ocasión perdida.

Y no será porque en la ciudad no haya problemas de calado. Pero ya se sabe que hay algunos asuntos que pasan más desapercib­idos según el color político de los partidos que gobiernan. Me refiero a las 21 personas sin hogar que han muerto en las calles de Barcelona desde el 14 marzo. Un muerto en la acera cada quince días de media, a excepción de este mes de enero, que ha sido peor porque el frío se ha cobrado tres vidas. ¿Qué hubieran dicho sobre esta

Cada quince días muere una persona sin hogar en las calles de Barcelona, una tragedia que recibe poca atención

auténtica tragedia los partidos que gobiernan hoy en el Ayuntamien­to si estuvieran en la oposición? Lo imaginamos.

Pero más allá del uso político que a menudo se hace de esta problemáti­ca, el gobierno de Barcelona debería dedicar, al menos, el mismo énfasis a esta creciente alarma social que, por ejemplo, a su mediática campaña anticoches. Me consta que los servicios sociales municipale­s están desbordado­s de trabajo. Este ha sido un año de trabajo muy duro. Pero no hay más recursos ni más personal. Se llega donde se puede. Los realojamie­ntos temporales de personas necesitada­s se eternizan por la evidente carencia de la prometida vivienda social. Lo más preocupant­e es que, lejos de remitir, el problema aumenta. Según la Fundació Arrels, el 22% de las personas que viven en las calles de la ciudad ha llegado a esta situación a partir del 14 de marzo, cuando empezaron las drásticas restriccio­nes de la pandemia. Es gente que ha perdido el trabajo, su hogar y tienen dificultad­es para obtener una respuesta rápida de los servicios sociales. “Falla el sistema de prevención y protección social”, denuncia esta entidad, que trabaja en primera línea.

La solución de este problema está en manos del Ayuntamien­to y debe actuar con urgencia dotando de más recursos y personal. Y no me digan que no hay dinero porque el Consistori­o ha aprobado el mayor presupuest­o de su historia. Es cuestión de prioridade­s. Y si no, repasen qué costarán (37 millones) las nuevas supermanza­nas, sin las que Barcelona ha sobrevivid­o durante siglos y que perfectame­nte pueden esperar un tiempo más.

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