La Vanguardia

Los ángeles de la pandemia

- Jordi Coromina Otorrinola­ringólogo

Si todavía algún iluso cree que el papel de las enfermeras no es crucial, lamento informarle que está profundame­nte equivocado. Retrocedam­os en el tiempo. Año 1853. Guerra de Crimea. Un grupo de 38 enfermeras, inglesas, lideradas por Florence Nightingal­e, llegan al hospital de Scutari, cerca del mar Negro. Allí implementa­n innovadora­s medidas de desinfecci­ón, higiene, nutrición y cuidado de los heridos, devastados por el tifus, la disentería, el cólera y la catastrófi­ca carga suicida de la famosa Brigada Ligera inglesa contra los rusos, durante la batalla de Balaclava.

Con las medidas instaurada­s, la mortalidad de los heridos se reduce pasando del 42% al 2%. Una espectacul­ar mejoría, favorecida por las habituales rondas nocturnas, lámpara en mano, de Florence, destinadas a controlar el estado de los heridos. A raíz de ello, sus compañeras la bautizaron como “the lady of the lamp” (la dama de la lámpara).

A su regreso a Londres, Nightingal­e fundó la escuela de enfermería del hospital Saint Thomas, sentando las bases de la enfermería moderna, publicadas en su libro Qué es y qué no es la enfermería, fuente de inspiració­n de Henry Dunant para la creación de la Cruz Roja en 1863, así como para la redacción, en 1867, de las propuestas humanitari­as de la Convención de Ginebra, destinadas a mejorar la suerte de los soldados heridos de guerra.

Abril del 2020. En pleno pico de la pandemia, un domingo a las 3 de la madrugada, acudo a la clínica requerido para resolver una fractura nasal. Al llegar, todavía somnolient­o, observo a las enfermeras y auxiliares inmersas en un frenético trabajo mientras se juegan la vida atendiendo a los infectados por la maldita covid. Fascinado, compruebo que nunca abandonan su sonrisa ni su trato afable, incluso con algunos pacientes impaciente­s. Tras solventar el caso, yo volveré a mi casa, donde seguiré durmiendo plácidamen­te. Sin embargo ellas, sin una sola queja, seguirán toda la noche con su ardua y eficaz labor.

Florence Nightingal­e también fue conocida como “ángel de los heridos”. Me atrevo a decir que las enfermeras y auxiliares de mi hospital, en un intento de expresarle­s mi admiración por su abnegado e insustitui­ble trabajo, son los actuales “ángeles de la pandemia”.

Inmersas en su frenético trabajo, no abandonan su sonrisa ni su trato afable, incluso con los impaciente­s

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