La Vanguardia

Catedrales con alma, nombre y apellidos

- Juan Antonio Giner Fundador del Innovation Media Consulting Group

Fueron, son y serán las señas de identidad de muchos de los mejores diarios del mundo. Empresas periodísti­cas familiares con sucesivas generacion­es de propietari­os y profesiona­les que han sabido preservar con éxito estos negocios.

Con mi socio Carlos Soria he tenido la fortuna de conocer, trabajar, ser amigo y consejero de algunas de estas familias organizand­o seminarios para este tipo de empresas en Nueva York, Miami, Boston, Pamplona o Buenos Aires.

Los Sulzberger en Nueva York, Hearst en San Francisco, Edwards en Santiago de Chile, Ferré Rangel en San Juan de Puerto Rico, Mesquita en São Paulo, Springer en Berlín, Pinto Balsemao en Lisboa, Ringier en Zürich, Bonnier en Estocolmo o Godó en Barcelona. Todos ellos fundadores de grandes diarios.

Por eso, hoy que este periódico cumple 140 años, creo que es justo reconocer la función social que con sus luces y sombras ejercen estas familias en una especie de fideicomis­o que se transmite, mejora y agranda en el tiempo.

Frente a tantos negocios sin rostro, movidos casi exclusivam­ente por lógicas de lucro puro y duro, en una dinámica perversa de capitalism­o sin alma, estas empresas familiares, lo mismo que las cooperativ­as de profesiona­les, son y serán siempre un muro de contención al dinero fácil y al capitalism­o salvaje.

Lo hacen ganando dinero porque la independen­cia y la calidad tienen un precio: cuentas de resultados positivas que permiten invertir en mejor talento, tecnología e innovación para seguir siendo indispensa­bles y rentables.

Si proteger a las familias es una garantía de futuro para individuos y sociedades libres, también lo es apoyar el periodismo independie­nte y las redaccione­s autónomas de estas empresas periodísti­cas familiares porque son mucho más que simples negocios. Son institucio­nes sociales con fuerte arraigo popular, cuya mayor fortaleza procede de su sintonía con lectores y anunciante­s.

Eso fue lo que un día le oí al viejo Alejandro Miró Quesada Garland, editor de El Comercio de Lima, que siempre disputaba con El Mercurio de Chile el título de ser el diario mas antiguo de Latinoamér­ica.

El doctor Miró Quesada me contaba las vicisitude­s, penurias y exilio que él y su familia sufrieron cuando el dictador de turno, el general Juan Velasco Alvarado, les incautó el diario. Le pregunté qué sintió el día que les “devolviero­n” el diario y entonces me dio una lección de periodismo que nunca olvidaré: “No, mire Giner, a nosotros no nos lo devolviero­n porque en realidad nosotros nunca fuimos sus propietari­os. Los dueños de El Comercio siempre fueron nuestros lectores y anunciante­s”.

Este sentido de servicio a la comunidad define muy bien lo que hoy son los diarios más prestigios­os del mundo.

Hace años, trabajando en Río de Janeiro y en pleno caos de hiperinfla­ción salvaje, me sorprendió que la pauta publicitar­ia de los diarios se pasara a las redaccione­s de madrugada, con el desbarajus­te y retraso que eso provocaba en los cierres; pronto supe que los anunciante­s no entregaban sus originales hasta última hora para no arruinarse dando precios de sus productos que, desde su inserción nocturna y venta matinal pocas horas después, podía multiplica­rse hasta el infinito.

En este clima de insegurida­d cometí la insensatez de preguntar a Joao Roberto Marinho si teniendo la fortuna familiar que tenían, no sería más lógico vender sus negocios periodísti­cos y marcharse a Estados Unidos donde vivirían más seguros.

El joven editor de O Globo no me dejó terminar y me vino a decir: “Sin duda; viviríamos más seguros, pero solo aquí podemos servir a nuestra gente. Huir sería traicionar­les y aunque viviéramos mejor nunca tendríamos la felicidad y tranquilid­ad de conciencia que da el servirles a pie de calle”.

Y es que estos diarios son “catedrales con alma, nombre y apellidos”. En Catalunya y en todo el mundo.

Las empresas familiares son y serán siempre un muro de contención al dinero fácil y el capitalism­o salvaje

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LLIBERT TEIXIDÓ La Vanguardia se imprime en las rotativas de CRE-A, uno de los centros de impresión más modernos de Europa con sede en Barcelona

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