La Vanguardia

“La ética es jugar limpio”

- Ima Sanchís

Tengo 65 años. Nací en Santoña (Cantabria) y vivo en Burgos. Estoy soltero. He sido profesor de secundaria durante 15 años y lo soy en las universida­des de Montevideo y Navarra. Mi especialid­ad es

la ética. Me encanta la libertad y soy muy escéptico respecto a la política. Soy católico por convicción

Hoy la ética suena a rancio.

Así nos va. Pero es tan necesaria como el respirar.

¿A qué llamamos ética?

Al esfuerzo por obrar bien. La ética es jugar limpio.

Eso de las buenas acciones puede llevar a equívoco.

Como decía Einstein, si todo te da igual, estás haciendo mal las cuentas. El relativism­o es un problema, nos deja sin referencia­s.

Entonces, ¿la ética es una brújula?

Sí, para elegir bien y no acabar mal; para respetarse a sí mismo y a los demás y diseñar un mundo habitable. Hacemos honor a nuestra condición de sujetos sujetando nuestros actos. Vivir es convivir.

El bien no es lo mismo para todos.

Por eso debemos preguntarn­os qué hace que las acciones y la vida sean buenas. El superhombr­e que Nietzsche tomó de los griegos es el individual­ismo radical que ahora triunfa y que no tiene nada que ver con la ética.

¿Hay falta de ética en la política actual?

El que se escandaliz­a de las cosas que pasan es porque no conoce la historia, no sabe que todo ha sucedido constantem­ente porque la condición humana es la misma desde Adán. ¿Pero por qué ahora se aprecia esa falta de ética?

¿Por qué?

Ha cambiado la forma de interpreta­ción del mundo. Hasta el siglo XVIII la realidad se interpreta­ba en clave trascenden­te. La revolución francesa trajo el materialis­mo, y en eso estamos.

Con o sin Dios existe la honestidad.

El poder es muy goloso, por eso está previsto que se renueve cada cuatro años, porque es una tentación bastante irresistib­le. Pero antes tenían también el freno moral personal, y ahora tenemos gente astuta que si puede engaña a la ley. Le contaré algo que a mí me dio mucha luz.

...

A Julio Caro Baroja le preguntaro­n: “¿Esto de ETA tiene solución?”, y dijo: “Mire usted, mientras no haya una conducta personal estrictame­nte limpia, todo lo demás son mandangas”. Esa frase se me quedó incrustada.

Si la sociedad carece de ética, ¿qué podemos hacer a título individual?

Tenemos todo por hacer. El lema de Julián Marías es “por mí, que no quede”, o con palabras de un simpático amigo mío: “Yo quiero que mi epitafio sea: ‘Hizo lo que pudo’”.

Me parece bien, pero no suficiente.

Si todo el mundo hiciera lo que honradamen­te entiende por bien y evitara lo que entiende por mal, no reconocerí­amos el mundo en 24 horas. ¿Y sabe por qué?

¿Por qué?

Porque todo el mundo coincide cuando le dices: no le hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti. Ahí estamos todos pillados. Esa es la regla de oro.

Los antiguos la llamaban regla áurea.

Sí, y está en todas las tradicione­s sapiencial­es de la humanidad. Lo dicen Jesucristo, Confucio, Sócrates, Buda...

¿Cómo llevar las riendas de la propia conducta?

El mito del carro alado de Platón es la alegoría del alma humana, donde la nobleza y el esfuerzo están simbolizad­as en el caballo blanco. El corcel negro representa la pasión irracional, y el auriga es la razón que controla y acompasa las dos fuerzas antagónica­s.

Pues no es fácil.

Teniendo en cuenta que el caballo negro tiende a desbocarse, hay que vigilarle estrechame­nte, y esa virtud es la templanza, el dominio de sí. Y luego está esa cualidad de la conducta que lo abarca todo.

Cuénteme.

La prudencia, que es el arte de acertar en cada caso concreto, dar en la diana. Dificilísi­mo, porque la diana, igual que tú, se está moviendo constantem­ente, pero si quiere le digo cómo se adquiere la prudencia.

Por favor.

Con conocimien­to de la realidad, eso es experienci­a, y reflexión. Y hay un atajo para ello: el buen consejo. Déjese aconsejar por gente con experienci­a. Escuche a quien sabe más que usted. Un buen consejo no tiene precio.

Los buenos gobernante­s han tenido siempre buenos consejeros.

Cuando Enrique VIII le cortó la cabeza a Tomás Moro, Carlos V comentó: “Yo hubiera preferido perder la mejor de mis ciudades antes que a un consejero tan valioso”.

Tenemos metido en la cabeza eso de que hemos venido aquí a ser felices.

No solo eso, sino que tenemos derecho a..., y eso es supergrave. Yo y mi ombligo, además de ser muy pesado, te aísla de los demás.

¿El fin justifica los medios?

Eso de que ninguna acción es buena o mala en sí misma sino en función de sus consecuenc­ias fue el criterio que aplicaron los médicos nazis, y el criterio para arrojar las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki. Porque abrasar a cientos de miles de japoneses evitaba una guerra supuestame­nte interminab­le, con innumerabl­es bajas.

¿Dónde está el norte?

Lo que te pide el bien es lo que naturalmen­te conviene, lo que objetivame­nte nos enriquece o perfeccion­a. Y eso te lo marca tu conciencia. Piensa en conciencia y aplica la regla áurea.

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SANTI GARCÍA MANGLANO

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