La Vanguardia

Min Aung Hlaing, nuevo hombre fuerte

El general orquestó el golpe tras ver lo esquivas que eran las urnas al poder del ejército

- HONG KONG Correspons­al

Afalta de seis meses para cumplir los 65 años, el comandante en jefe del ejército birmano, el general Min Aung Hlaing, debería estar dedicado a prosaicas tareas como la de planificar qué hacer con su tiempo y fortuna. En lugar de eso, el delfín del último jefe de la junta militar, Than Shwe, se ha dedicado a orquestar la asonada que el lunes puso fin al experiment­o democrátic­o birmano. Ya en el poder, prometió elecciones libres en un año, aunque no hay forma de saber si lo cumplirá.

El currículum de Min Aung Hlaing habla de un militar de carrera sin remilgos para la mano dura. Antiguo estudiante de Derecho, ingresó en las fuerzas armadas en 1974 y, poco a poco, fue trepando posiciones en el escalafón. Según algunos analistas, la suerte le sonrió al entrar bajo el mando del coronel Than Shwe, que en 1992 se convirtió en el jefe de la junta militar. Con él como mentor, asumió el control de las operacione­s en la frontera oriental del país, desde donde apoyó la sangrienta represión contra la revolución del Azafrán (2007) o supervisó una campaña para expulsar a un grupo rebelde un año después.

El año 2011, el mismo en el que el país inició su renqueante transición democrátic­a, fue ascendido a comandante en jefe. “Otros generales más experiment­ados estaban listos para tomar el relevo –explicó el experto Nehginpao Kipgen a la agencia France Presse–. Pero Than Shwe pensó que él sería el más adecuado para perpetuar su visión del ejército y el país”.

Desde entonces, su influencia política y mediática aumentó, y ya se rumoreaba sobre sus ansias de poder. Cuando en el 2015 la Nobel Aung San Suu Kyi ganó las primeras elecciones de la nueva era, aparenteme­nte se adaptó y apareció en varios actos públicos junto a ella. Aun así, se aseguró de que el ejército conservara su cuota de poder –incluido el 25% de los escaños o los ministerio­s de Defensa, Interior y Fronteras– mientras se resistía a los intentos gubernamen­tales por reformar la Constituci­ón.

En el 2016 y el 2017, sus tropas intensific­aron la represión contra la minoría rohinyá, provocando su éxodo en masa a Bangladesh. El militar defendió públicamen­te sus acciones –calificada­s de “limpieza étnica de manual” por la ONU– y dijo que eran necesarias para garantizar que “nuestras regiones estén controlada­s por las razas nacionales”. En el 2019, Washington le impuso sanciones como castigo.

El noviembre pasado, el arrollador triunfo de Suu Kyi en las elecciones demostró a los uniformado­s lo lejos que están de hacerse con el poder por la vía de las urnas. Tirando de acusacione­s sin demostrar, el ala dura decidió poner fin al devaneo democrátic­o y colocar a su hombre fuerte al mando. Quienes esperaban ver al general irse de vacaciones tendrán que esperar.

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MRTV / REUTERS El general, ayer

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