La Vanguardia

Lahcen Ait Alibou

Atleta

- Sergio Heredia

En diciembre, Lahcen Ait Alibou (24) ganaba el cross de Granollers con las zapatillas que tuvo que prestarle un amigo, historia que ilustra la precarieda­d en la que en ocasiones debe manejarse un puñado de atletas semiprofes­ionales.

¿Las zapatillas? ¡Molestan para correr!

Abebe Bikila

Empecé a correr en otoño de 1984.

Me había deslumbrad­o en los Juegos de Los Ángeles. ¡Bendito Abascal!

Al llegar noviembre, fui a participar en el cross de Granollers. Ya entonces, aquella carrera era un pez gordo del atletismo en Catalunya. Competí con los cadetes y luego me senté en algún rincón del recorrido, a contemplar a los mayores.

Vi venir a José Manuel Abascal, peleando con Pere Arco.

¡Qué batalla, qué contraste!

El uno flotaba sobre el barro y el otro, Arco, iba más atascado. Sin embargo, el combate era duro. Abascal marcaba un ritmo sostenido, cada vez más intenso, pero Arco, peleón, se le pegaba a la espalda y no le dejaba marchar. Ambos estuvieron porfiando hasta el último tramo, cuando abandonaro­n el barro para desembocar en la pista de tartán. Allí ganó Abascal, más veloz, mediofondi­sta puro.

Acabé de pie, hiperexcit­ado. ¡Buuuuf! ¡Qué carrerón!

¡Había ganado un medallista olímpico de los 1.500 m!

Este pasado diciembre se disputaba el cross de Granollers, un año más.

Lo ganó Lahcen Ait Alibou (24), atleta del CA Igualada. Lo hizo calzando unas zapatillas prestadas.

Así está el atletismo hoy (para algunos). (...)

–Mi padre me dice: ‘Pero ¿por qué corréis, si no sacáis nada?’ –me cuenta Lahcen Ait Alibou.

Corre él y también lo hace Naima, una de sus hermanas (son seis hermanos).

–¿Y por qué corren? –le pregunto. –Es lo que más nos gusta. Y estoy convencido de que las ayudas llegarán. Tengo un presentimi­ento, va a pasar algo.

Lahcen Ait Alibou levanta la mirada y contempla a un grupo de velocistas que trastea con los tacos de salida. Estamos en el estadio Pilar Pons, las pistas de atletismo que acogen al

Club Atlètic Cornellà. La dirección nos ha autorizado a entrar, un gesto de generosida­d en tiempos de pandemia.

–¿Y cómo es que le tuvieron que prestar unas zapatillas?

Lahcen Ait Alibou tartamudea, le cuesta confesarlo.

Al final, dice:

–Para mí, conseguir el material es complicado. Somos seis hermanos. Mi padre, que trabajaba en una fábrica de vinagre, ya está jubilado. No tuve cuerpo para pedirle el dinero. No pude comprarme unas...

–Y se las pidió a un amigo.

–No tenía unas zapatillas de clavos adecuadas para el barro. Llevaba semanas buscando por todos lados, pero no había manera. El amigo me prestó sus Nike Matumbo. Ni siquiera eran de mi talla. Me iban un número grande.

–¿Y lo notaba?

–Por supuesto, el pie me bailaba. Aunque peor sería en la Cursa dels Nassos, un mes más tarde...

–¿...?

–Tuve que competir con unas Adidas Adizero del 2015. Ese calzado ya sumaba uno cuantos kilómetros ¿sabe usted? Estaban desgastada­s (me confiesa que corre entre 130 y 140 kilómetros semanales). Pero lo peor no era eso. Lo peor es que todos a mi alrededor llevaban las zapatillas mágicas, las de placa de carbono.

–¿...?

–Me di cuenta de mi desventaja. Mis rivales flotaban sobre al asfalto, como si llevaran muelles en los pies. Ya me lo habían avisado, pero aquel día aluciné. Corrí los 5K en 14m03s, aunque esperaba haber bajado hasta 13m45s (son marcas muy, pero que muy, serias). Pero ¿cómo voy a pagarme unas zapatillas de 250 euros? –¿Nadie le ayuda?

–Algo está pasando desde mi victoria en Granollers. Llevo algunas semanas conversand­o con un mánager...

Por imponerse en Granollers, Lahcen Ait Alibou ganó 500 euros. Repartió una parte entre su entorno y también en casa.

–Al final, para mí apenas ha quedado nada –dice.

Y se ríe.

E insiste:

–Las ayudas llegarán. Pero luego se lamenta. No entiende.

Su padre había dejado Ouarzazate en 1989. Desembarcó en Vilafranca. La familia llegó después, en el 2001. Lahcen Ait Alibou tenía tres años. Era el segundo hijo. Los tres pequeños nacieron en Vilafranca.

Lahcen Ait Alibou habla seis idiomas: español, árabe, francés, inglés...

–Con mis padres, el bereber. Con mis hermanos, el catalán –me dice.

En el 2013, como español, participab­a en el Mundial juvenil indoor (Donetsk). Tres años más tarde participab­a en los Juegos del Mediterrán­eo (Radés) y en el Europeo de Cross en Chia.

–¿Y nunca le ofrecieron la oportunida­d de ingresar en el CAR de Sant Cugat?

–Nada, no lo entiendo. Se supone que un atleta de mi proyección debería haber recibido más atenciones, ¿no cree?

–¿Y becas?

–No sé ni cómo funcionan, ¿qué hay que hacer para conseguirl­as?

Me cuenta que solo le ayuda el club, su entrenador­a (Maria Carbó) y su fisio, Oriol Vilaplana, el hombre que le entona las piernas a un precio módico.

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LLIBERT TEIXIDÓ Lahcen Ait Alibou, en las pistas Pilar Pons de Cornellà, hace diez días
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