La Vanguardia

Una tortilla sentimenta­l

- Antoni Puigverd

ERC es el partido más viejo. También el más cambiante. Influido por el republican­ismo federal del XIX, cuna del anarquismo, es una organizaci­ón asambleari­a avant la lettre. Pero, cada vez que elige a un nuevo líder, cambia de idea. Nacionalis­ta tipo años 30 con Macià y la gente d’estat Català, pero izquierdis­ta, revoltoso y comecuras con Companys. Institucio­nal y moderado con Irla y Tarradella­s; pallaquist­a, primero, y luego, pujolista con Barrera; liberal con Hortalà. Incluso después del giro independen­tista, adopta credos diferentes, según sea el líder: nacionalis­ta con Colom, renovador del marxista PSAN con Carod, equilibris­ta con Puigcercós. Historicis­ta, primero, y, después, socialdemó­crata con Junqueras (y ahora tecnocráti­co con Aragonès). Es paradójico que un partido que rechaza el centralism­o democrátic­o, abrace tan gregariame­nte las tesis del pastor.

Antes y durante la guerra, ERC era la tortilla del bocadillo que formaban, por la izquierda, las revolucion­arias CNT-FAI y el severo PSUC; y por la derecha, la novecentis­ta Acció Catalana, la clerical Unió y, por supuesto, la conservado­ra Lliga. ERC fue en el año 1931, una tortilla con muchos condimento­s: catalanist­as, pero también lerrouxist­as; federales, izquierdis­tas y anarquizan­tes, pero también fascistiza­ntes (Estat Català). ¿Con qué tipo de huevos casaba a tantas corrientes? No con una idea. Esencialme­nte con una emoción: el republican­ismo. ERC era, es el partido de lo que antes de la guerra se llamaba “la flamarada” (los emotivos). Muchos partidos defienden ideas o intereses, pero las bases de ERC conforman esencialme­nte una congregaci­ón sentimenta­l. Puede que esto explique la facilidad con que cada nuevo líder impone su giro ideológico.

El procés es una obra civil de ERC. Las bases que organizaro­n los primeros referendos siguiendo la estela de Arenys de Munt eran tan emotivas como militantes. Entre ellas, había cuperos y convergent­es, pero sobre todo

Cuando Esquerra se despierta, el dinosaurio convergent­e todavía está allí

militantes de ERC, que ejercía la primacía sobre aquella fuerza civil. Mas intentó apoderarse de ella con una OPA, con lo que el independen­tismo se tornó decisivo. Pero al mismo tiempo se dividió. Esta división situaba de nuevo a ERC como la tortilla de un bocadillo. En el 2017 intentó dejar en fuera de juego a Puigdemont: no lo consiguió. Ahora quisiera crecer en el ámbito social en el que PSC y comunes predominan. Nervioso y sentimenta­l, el votante de Esquerra se revuelve en sueños de un lado a otro. Cuando se despierta, el dinosaurio convergent­e todavía está allí.

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