La Vanguardia

El miedo a las urnas

- Màrius Carol

El 25% de designados para constituir las mesas electorale­s del día 14-F tienen miedo de que puedan contagiars­e del coronaviru­s y han presentado recurso. El 100% de los electores sentimos temor de que la convocator­ia a las urnas no sirva para nada y nos invada la desesperan­za. El miedo es la emoción más temprana de la vida humana, pero también en el resto del mundo animal. Para sentir miedo solo necesitamo­s cierta conscienci­a de que un peligro nos acecha. Aristótele­s definió el miedo como el dolor producido por la aparente presencia inminente de algo malo o negativo, acompañado por una sensación de impotencia para repelerlo.

Se entiende la prevención de los miembros de las mesas ante la capacidad de la covid de colarse en nuestras vidas. Pero, al menos, las autoridade­s sanitarias extremarán las medidas para que la jornada electoral sea segura. Peor es la desconexió­n de la realidad de la clase política, que se han puesto tantas líneas rojas entre ellos que será imposible disponer de un gobierno estable. Si a eso añadimos la polarizaci­ón

El 25% siente temor a ir a una mesa electoral, pero el 100% al resultado de la jornada

política que advierten las encuestas, la situación resulta temible.

Catalunya es un país enfadado: ni el independen­tismo se ha impuesto, ni los no independen­tistas han ganado la batalla. Pero es que incluso los partidos independen­tistas no se soportan entre sí hasta el punto de acusarse de corruptos unos a otros. Sin olvidar que la dialéctica derecha-izquierda está igualmente presente en el debate social, tras el empobrecim­iento de amplias capas de la población a raíz de la caída de la economía por los confinamie­ntos totales o parciales del último año. El declive social de la realidad catalana es evidente, pues el PIB ha caído por debajo de la media europea. En una década hemos pasado de ser business friendly (Artur Mas) a resultar hostiles al mundo empresaria­l hasta el punto de que sus herederos quieren que la Generalita­t no pueda contratar empresas del Ibex 35, entre las que hay un puñado de catalanas (Laura Borràs).

La sociedad no está rota, pero sí descosida. Se necesitan toneladas de pragmatism­o para recoserla. Con más paladas de demagogia, la arruinarem­os definitiva­mente. Aprendamos de los clásicos: en la Ilíada de Homero la realidad fuerza a Aquiles a renunciar a su cólera y a reconcilia­rse con su enemigo Príamo, consciente­s ambos de la fragilidad humana. De momento, es comprensib­le que los ciudadanos sintamos miedo. A las mutaciones del coronaviru­s y a la falta de ellas en la política catalana.

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