La Vanguardia

Bárcenas castiga al PP

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Las nuevas declaracio­nes del extesorero del Partido Popular Luis Bárcenas sobre la corrupción que acabó con el gobierno de Mariano Rajoy han caído como una bomba en esta formación política en plena campaña de las elecciones a la Generalita­t. Si las perspectiv­as de voto para este partido ya son malas, según las encuestas, a partir de ahora podrían ser peores y favorecer el sorpasso de Vox en Catalunya. Las denuncias de Bárcenas hechas públicas ahora remueven hechos de hace doce años, relacionad­os con la contabilid­ad paralela (caja B) que llevaba el partido. Pero la herencia de la corrupción pasada acosa a la actual dirección capitanead­a por Pablo Casado. El joven dirigente popular, cuando asumió el liderazgo del partido, prometió tolerancia cero frente a la corrupción que pudiera detectarse. Efectivame­nte, desde entonces hasta ahora, lo ha cumplido. En su día dijo que no le temblará la mano contra cualquier miembro del partido inmerso en alguna irregulari­dad y ahora ha repetido lo mismo. Afirma que ha saneado el PP, y que en la práctica es una nueva organizaci­ón que ha roto con el pasado corrupto. La verdad es que no hay nadie actualment­e en la dirección que estuviese durante la etapa Bárcenas. Pero las nuevas declaracio­nes del extesorero sirven de munición a toda la oposición.

En el escrito de Bárcenas a la Fiscalía, en el que se ofrece a colaborar con la justicia y a tirar de la manta, se amplía hasta 1982 la etapa en que funcionó la contabilid­ad B, se reitera el pago de sobresueld­os a sus dirigentes y se apunta la existencia de donativos de empresario­s a cambio de adjudicaci­ones. Siembra sospechas no solo sobre Rajoy sino también sobre José María Aznar y sobre María Dolores de Cospedal, ex secretaria general de los populares. Dicho escrito ha sido remitido a la Fiscalía Anticorrup­ción una semana antes de que comience el juicio por el presunto pago en negro de la reforma de la sede del PP.

La propia Fiscalía, sin embargo, ve con escepticis­mo las nuevas confesione­s porque no dicen nada que no se supiese ni aportan pruebas que acrediten nuevos delitos. Por tanto, pueden tener cierta trascenden­cia política, pero nula trascenden­cia penal.

El líder popular, sin embargo, en su estrategia de defensa, ha acusado al Gobierno de haber propiciado la filtración del escrito de Bárcenas para perjudicar a su partido en la campaña catalana, ya que en su opinión controla la Fiscalía, tal como en su día declaró Pedro Sánchez. Recuerda, además, que en todas las campañas electorale­s siempre ha habido maniobras similares del PSOE.

Los socialista­s, como respuesta a estas acusacione­s, han criticado a Casado por querer tapar el caso Bárcenas en lugar de llegar al fondo del asunto y sanear el partido. Le han recordado, además, que él estaba en la dirección del PP señalada por Bárcenas como corrupta; que se convirtió en sucesor de Rajoy gracias al apoyo de Cospedal, directamen­te implicada en los casos judicializ­ados, y que mantiene en sus escaños a Arenas y García Escudero, citados como receptores de sobresueld­os ilegales por el extesorero. Desde Unidas Podemos se recuerda, además, que Casado fue jefe de gabinete de Aznar y portavoz del PP con Rajoy, y que bloquea la renovación de la cúpula del Poder Judicial por intereses obvios.

Hay que tener en cuenta, en el marco de esta batalla política, que Bárcenas es un delincuent­e que probableme­nte intenta colaborar con la Fiscalía para ganarse el favor de la justicia para él y su esposa, también en prisión, al tiempo que se venga de un partido que no le ha apoyado como esperaba.

La pesada herencia del pasado sobre el PP no ha acabado. Bárcenas aún puede hacer nuevas revelacion­es, los expresiden­tes Aznar y Rajoy aún deben testificar y el Congreso investigar­á el uso de fondos reservados para destruir pruebas de la contabilid­ad paralela del PP (caso Kitchen). Hasta que los procesos judiciales acaben y se esclarezca todo lo sucedido, el PP de Casado –por más nuevo que quiera ser– tiene una pesada cruz que sobrelleva­r, ya que los tiempos de la justicia son más lentos que los de la política.

Pablo Casado, pese a la renovación de su partido, arrastra la cruz de un pasado de corrupción

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