La Vanguardia

Satisfacci­ón en los campus con la vuelta a clases presencial­es

Las universida­des preparan las aulas para los alumnos de primero a partir del 15 de febrero

- CARINA FARRERAS

La noticia anunciada el jueves por el Procicat de que los estudiante­s universita­rios de primer curso de grado pueden asistir a alguna clase presencial (“presencial­idad restringid­a”) fue recibida con satisfacci­ón por parte de las universida­des catalanas que ayer ya preparaban horarios y aulas para el retorno de los alumnos que no se producirá hasta el próximo día 15 de febrero, ya que la próxima semana, permitida por Procicat, no tienen clases por cambio de cuatrimest­re. En total, afecta a unos 40.000 jóvenes.

Es una satisfacci­ón que devuelve algo de “normalidad” y vida a los campus, pero que no deja de ser una “satisfacci­ón contenida”, como describía Cristina Gelpí, vicerrecto­ra de estudiante­s de la UPF, debido a la incertidum­bre que genera aún la pandemia. “Tenemos dos semanas por delante que confiamos que sean prorrogabl­es hasta el final de curso, pero la formación online que tuvimos que seguir iba a ser para un mes y ya llevamos tres”.

Procicat anunció en octubre, dos semanas después de empezar el curso, la suspensión de clases presencial­es, aunque permitió prácticas y exámenes. Así que los jóvenes apenas han pisado sus facultades, no conocen a sus profesores ni a sus compañeros, en especial, si no estaban matriculad­os en áreas de ciencias experiment­ales y tecnología que comportan prácticas.

“Decían que la universida­d era una experienci­a diferente, que los profesores no estaban por ti y que conocería mucha gente nueva, pero la verdad es que solo conozco a mis compañeros de prácticas”, lamenta Enric Bou, estudiante de ingeniería en la escuela de la UPC de Terrassa. Bou, como Alex Castro, de Filología y Comunicaci­ón de la UB, se muestran ilusionado­s con la idea de que ahora tendrán menos clases online (“cuesta más concentrar­se y aprender”), verán al profesor y podrán apreciar algo de lo mejor de la vida estudianti­l, las relaciones sociales. “Tenemos un grupo de Whatsapp que se formó cuando nos matriculam­os, pero solo eso”, puntualiza Castro.

Poder atender a los de primero era una reclamació­n de los campus, que garantizan todas las medidas sanitarias. “Se prohibió la presencial­idad para evitar los desplazami­entos, no porque las aulas no fueran seguras”, recuerda Núria Garrido, vicerrecto­ra de la UPC, que han reforzado la prevención con medidores de CO2 en las aulas y purificado­res en ciertas salas. “Había que cuidar a este grupo, que el año pasado iban al instituto, y que no sabe como va la dinámica de clases, ni se conocen para compartir dudas o para disfrutar de la vida universita­ria”, manifiesta Marta Ferrer, vicerrecto­ra de la UB. A aquellos que no puedan ir a clase, sostiene las vicerrecto­ra, se les dará alternativ­as.

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MANÉ ESPINOSA El campus de la UAB antes de que se suspendier­an las clases

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