La Vanguardia

“Eres maravillos­o y segurament­e no lo sabes”

- Ima Sanchís

Tengo 49 años. De Salamanca, vivo en Madrid. Estoy licenciado en Teología . Vivo en la parroquia del Pilar con Max, un gran danés de 78 kilos de bondad. A los políticos les diría que tienen que luchar por las personas y cooperar entre ellos ante las dificultad­es. Yo creo en el amor con mayúsculas que se llama Jesús

Es usted un cura yeyé? Eso suena arcaico, digamos que utilizo todos los recursos artísticos que conozco para llevar buenas noticias a la gente, que las malas ya nos llegan solas y por todos lados. Amigo de la farándula, y lleva usted un piercing.

Sí, una cruz en la oreja. Puede llamar la atención pero dice a quien sirvo.

¿Cómo le ven otros sacerdotes?

Siempre me han animado. Con 15 años gané un concurso de teatro y los salesianos me enviaron a Madrid a estudiar escenograf­ía.

Hábleme de su filosofía de vida.

En las bodas suelo decir “no sé si creéis en Dios, pero que levante la mano quién crea en el amor”, y todas las manos se levantan. El amor con mayúsculas salva a las personas.

A mí la imagen de Jesús me parece triste.

Porque no la hemos sabido contar. Los valores de Jesús son muy válidos: la amistad por encima de todo, el perdón. Saber que los demás son hermanos y no lobos es algo muy constructi­vo. Yo soy de la resurrecci­ón y de su alegría sin límites.

¿Hoy, Jesús sería como usted, un youtuber y un instagrame­r?

Segurament­e, porque es el lugar de encuentro de muchas personas. Hice un Cristo de nieve en la puerta de la parroquia y se convirtió en viral.

¿El amor mueve al mundo?

Lo salva. Las farmacéuti­cas negocian con la covid, pero el amor hace que las personas, por encima de los prejuicios, se encuentren aunque sean de idiomas o religiones distintas.

¿Qué hace falta para salvar al mundo?

Saber quiénes somos y encontrarn­os, y eso requiere enfrentarn­os a todas las tragedias con valor y con humor. La gente está triste y cansada de tanto encierro, enfermedad, apuros económicos y desgracias, y parece que no hay nadie al volante. Eso da mucho miedo.

Hace falta valor.

La sonrisa, la cortesía y la ternura es una prueba de valor. Lanzarse a la vida con humanidad es tener mucha valentía. La alegría no es un sentimient­o es una conquista.

¿Cómo puede ser que a los nueve años ya quisiera ser cura?

Mis padres no me animaban mucho pero seguí insistiend­o. A los 11 ya estaba en el seminario, en Arévalo, Ávila. Un lugar tipo Hogwarts, con 200 criaturas. Allí aprendí teatro, arte... Nos ponían audiciones desde Mecano a Pink Floyd.

¿Le salieron sabañones?

Mi madre me dijo “dentro de una semana te recogemos”. Lo intentó varias veces. Aprendí a tocar la bandurria, el piano y la guitarra. A los 15 años gané un concurso con mi primer musical de humor. El siguiente fue Vampiros, un vodevil. Yo siempre intento levantar los ánimos.

33 el musical lo estrenó en el Vaticano.

Una superprodu­cción que llegó a más de 250.000 espectador­es. Es el Evangelio según Toño.

En él reivindica a las sacerdotis­as.

En la canción de los apóstoles dicen: “Nosotras siempre estuvimos con Él, no sé qué pensaría Jesús de que no podamos oficiar misa”.

¿Ve mucha soledad en nuestros días?

Muchísima. El secreto de la vida está en compartir lo que somos, lo valioso no son las cosas sino las personas.

¿Y la traición?

El dolor es nuestro compañero, tenemos que aprender a vivir con él. Una sociedad indolora o incapaz de aceptar la frustració­n es estúpida. Todo el mundo lleva su cruz, y no es el tiempo el que cura las heridas, las cura el amor.

¿Cuál es su mensaje para los ateos?

Todos creemos en algo. Vivimos con fe, porque nos fiamos unos de otros, no le pedimos el carnet al taxista ni el currículo al médico.

La vida eterna puede sonar a cuento.

El cielo y el infierno ya están aquí.

¿Por qué tengo que hacer el bien?

Aspiramos a ser felices, y querer a los otros te hace sentirte querido y alegre.

Cuénteme momentos inolvidabl­es.

Soy del barrio del Lute, éramos seis hermanos. Vivíamos de Cáritas. Mi madre, una luchadora, murió a los 44 años de cáncer, la recuerdo bailando en la cocina.

¿Qué nos pasa a los humanos?

Que nos perdemos, al final nos transforma­mos en alguien que no queríamos ser cuando teníamos 8 años, cuando todo nos apasionaba.

¿Alguien que le haya impresiona­do?

El papa Francisco que me invitó a un mate en el Vaticano. Me impactó su cercanía. Los seres esenciales, los que se acercan a la bondad universal, valoran lo importante. Y es más sagrada una persona que un templo, porque en una persona habita Dios de una manera real.

¿Cómo despertars­e y sonreír?

Recuperand­o la grandeza del café con leche y los churros, del olor de la abuela, de jugar con tu perro, de bailar. Valorar lo pequeño. Si haces el bien a la gente te vas a sentir muy bien.

Dígale algo a quién le está leyendo.

Eres maravillos­o y segurament­e no lo sabes. Mi mayor placer es encontrarm­e con las personas y descubrirl­as, porque cada historia es una película preciosa, y muchas películas se quedan sin ver. Descubre lo maravillos­o que eres y lo maravillos­ísimo que puedes llegar a ser con un poco de esfuerzo.

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EMILIA GUTIÉRREZ

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