Francia no logra calmar el conflicto en sus islas de Nueva Caledonia
Francia hace frente en este momento a dos situaciones graves, una de índole sanitaria y otra política, en sendos territorios de ultramar muy alejados de la metrópoli: los archipiélagos de Mayotte, en el océano Índico, y de Nueva Caledonia, en el Pacífico sur.
Los 260.000 habitantes de Mayotte –a 8.000 kilómetros de París–, que es un departamento galo a todos los efectos, son los únicos franceses que vuelven a estar confinados por completo, desde el pasado viernes, debido a la intensidad de la pandemia de la covid. La medida tendrá una duración mínima de tres semanas. Mayotte es la zona más pobre de la República, con serios problemas sociales y una presión migratoria muy fuerte desde las vecinas islas Comoras, que también fueron una colonia francesa pero se independizaron en 1975. Mayotte, en cambio, optó por seguir siendo parte de Francia.
En Nueva Caledonia, por el contrario, la covid está prácticamente erradicada gracias a los severos controles de entrada y a la estricta cuarentena que se debe cumplir. El problema en estas islas situadas a unos 1.500 kilómetros al este de Australia, donde viven unas 270.000 personas, es de naturaleza política y económica. Existe una profunda fractura en su sociedad entre la población aborigen, los canacos, mayoritariamente independentistas, y los habitantes de origen europeo, partidarios de mantener el vínculo con París.
Hace pocos días los independentistas hicieron caer al Gobierno del archipiélago y agudizaron la crisis. La razón fueron los planes de venta de las minas de níquel del sur de país a una multinacional suiza, Trafigura. Nueva Caledonia posee una de las mayores reservas mundiales de ese metal.
Detrás del contencioso minero está la lucha por la independencia. A diferencia de Mayotte, Nueva Caledonia no es un departamento sino un simple territorio de ultramar bajo control francés. Su situación es aún semicolonial y París así lo admite. Desde el 2018 ha habido ya dos referéndums para decidir la independencia. En ambas consultas ganó el no. Pero en la última, en octubre del 2020, la distancia se redujo mucho. Lo contrarios a la independencia obtuvieron el 53,3% de votos. Según unos acuerdos firmados hace más de tres decenios, está previsto organizar, en el 2022, un tercer y definitivo referéndum.
Esta incertidumbre exacerba la tensión entre las comunidades. París quiere ejercer de árbitro y promover un diálogo para llegar a un compromiso, aunque no es fácil. Los independentistas creen que el Gobierno francés no es imparcial. Los lealistas temen que la independencia sea un desastre económico y el archipiélago, vulnerable, quede a merced del insaciable expansionismo chino en la región.