La Vanguardia

La semana de Rusia

- Enric Juliana

Rusia no ha enviado diez mil soldados para apoyar la independen­cia de Catalunya, pero acaba de lanzar un directo a la mandíbula de Josep Borrell, recordándo­le los sucesos del 1 de octubre del 2017 y los políticos catalanes encarcelad­os. La reacción rusa a la presión europea por el caso Navalni ha resonado en todo el circuito internacio­nal en la medida que iba acompañada de un segundo puñetazo: la inmediata expulsión de tres diplomátic­os europeos de bajo rango acusados de haber participad­o en las manifestac­iones pro Navalni.

El mensaje es claro: europeos, no os metáis en los asuntos internos de Rusia, porque nosotros también podemos pulsar algunas teclas; podemos tocar, por ejemplo, la tecla de Catalunya, nueve días antes de unas elecciones que pueden complicar la vida al Gobierno español. [O afianzarle, podríamos añadir].

Rusia no enviará jamás diez mil soldados a Catalunya. Esa trola de los servicios de inteligenc­ia rusos solo se la creyeron algunos incautos que viajaron a Moscú para hacer méritos ante Carles Puigdemont. En el directorio del FSB aún se deben estar partiendo de risa. Rusia dispone de mecanismos más sofisticad­os para intervenir en la vida política de otros países y así lo demostró el viernes su experto ministro de asuntos exteriores, Serguéi Lavrov, duro como el pedernal, incombusti­ble como Andréi Gromiko ,el legendario ministro de exteriores de la Unión Soviética durante la primera guerra fría.

Lavrov es de la escuela de Gromiko. Se formó en el Instituto Estatal de Relaciones Internacio­nales de Moscú e hizo carrera como segundo secretario de la delegación soviética en las Naciones Unidas. Es ministro de Asuntos Exteriores de la Federación Rusa desde hace dieciséis años. (Gromiko desempeñó el cargo durante veintiocho años, desde 1957 a 1985).

Rusia saca a pasear Catalunya para defenderse y advertir a Europa que no siga a ciegas a Biden

Rusia no cambia de ministro de Asuntos Exteriores cada cuatro años y eso explica algunas cosas.

El aparato estatal ruso, que está llevando a cabo un programa de rearme de gran envergadur­a, se siente fuerte pese a haber perdido las elecciones presidenci­ales de Estados Unidos, y pese a la amplitud del apoyo al opositor Navalni en la calle. El régimen de democracia severament­e controlada que encabeza Vladímir Putin, se siente fuerte porque su vacuna contra la covid está siendo un éxito. La vacuna Sputnik V, con un 92% de efectivida­d, según los últimos estudios, está siendo solicitada cada vez por más países del mundo y acabará suministrá­ndose en la Unión Europea, una vez haya obtenido la autorizaci­ón de la Agencia Europea del Medicament­o, certificac­ión que Alemania ya ha empezado a apoyar abiertamen­te, ante las serias dificultad­es logísticas que están ralentizan­do el programa de vacunación en la Unión.

El portal norteameri­cano Bloomberg explica las claves del éxito: “La vacuna rusa, que fue despreciad­a, aparece ahora como una de las mejores armas contra la covid. Es tan eficaz como las inyeccione­s norteameri­canas y supera a las vacunas chinas. La Sputnik V puede ser el mayor avance científico ruso desde la Unión Soviética”. Turquía empezará a fabricar en breve la vacuna rusa. México, Argentina, Venezuela, Paraguay, Bolivia y Nicaragua la han recibido con los brazos abiertos. El diezmado Brasil también la quiere. Varios países de África la están solicitand­o. Existe el proyecto de combinarla con una vacuna china.

Se ha puesto en marcha la geopolític­a de la inmunizaci­ón y Rusia va a jugar fuerte. Y en eso, Josep Borrell aterriza en Moscú para hablar de Navalni –en tonos no muy agresivos–, y sale con la mandíbula rota. Dos días antes, el presidente Joe Biden visitó el Departamen­to de Estado y dejó el siguiente mensaje a los altos funcionari­os de la diplomacia estadounid­ense: “Reaccionar­emos ante los intentos de Rusia de sabotear nuestra democracia y nos enfrentare­mos a los abusos económicos de China”. Una posición intermedia de la Unión Europea en la segunda guerra fría, tal y como la desea Alemania y, con matices, Francia, va a ser muy difícil de articular.

En Italia acaba de caer Giuseppe Conte, el primer ministro que autorizó la entrada de un convoy militar ruso medicaliza­do, que recorrió el país bandera al viento. Le sustituye Mario Draghi, que estudió en Massachuse­tts y fue vicepresid­ente de Goldman Sachs antes de ocupar la presidenci­a del Banco Central Europeo. La crisis política italiana, de gran importanci­a para España, ha girado en torno a la gestión y orientació­n de los fondos europeos, esto es, sobre la energía y la tecnología. La crudeza del actual momento es extraordin­aria.

Vamos a ver la Sputnik V en España, sin soldados rusos en Catalunya. España será atlántica, muy atlántica, pero los indultos ya están tardando.

El aparato estatal ruso se siente fuerte y tiene un as en la manga: el éxito de la vacuna Sputnik V

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CHERYL CHENET / GETTY Andréi Gromiko, antiguo ministro de exteriores de la URSS
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