La Vanguardia

La abstención no es neutral

ERC, Junts y el PSC están seguros de la victoria y no arriesgan en una campaña anodina y sin propuestas. El independen­tismo intenta reavivar los rescoldos del ‘procés’ e Illa pide “pasar página”. Decidirá la abstención.

- Lola García mdgarcia@lavanguard­ia.es

Los socialista­s más veteranos recuerdan que Felipe González solía decir en las campañas electorale­s que, cuando vas el primero, lo mejor es hacerse el muerto. No hay que arriesgar, solo dejar que los rivales metan la pata. El problema surge cuando no se sabe quién va primero. O mejor aún, cuando tres de los contendien­tes están convencido­s de que ellos lideran la carrera, que es justo lo que ocurre en estas elecciones. Tanto Junts, como ERC y el PSC disponen de encuestas que les sitúan en cabeza y ninguno desea poner en peligro esa supuesta posición de privilegio. Así que no escucharem­os ni una propuesta original, ni una promesa audaz. Los programas son textos vacuos y los discursos, retórica insípida. Ya no hay épica, pero tampoco proyectos ambiciosos. Solo quedan los bloques. Cada partido escarba en el suyo para arrebatar una brizna de ventaja al vecino.

Con esos mimbres, junto a la desazón de la pandemia, el incremento de la abstención está garantizad­o. La última encuesta del CIS asegura un 68% de participac­ión, pero todos los partidos están reajustand­o los datos a un porcentaje más bajo. Se volvería a los niveles anteriores al procés .El desinterés por la política siempre es mala noticia, aunque también denota cierto apaciguami­ento. En otra época se producía lo que se llamaba la abstención diferencia­l, que consistía en un desistimie­nto a la hora de ir a votar por parte de la población inmigrada de otras partes de España, a quienes las autonómica­s les parecían una cita que no iba con ellos. La composició­n social de Catalunya ha cambiado, pero los sondeos del CIS siguen revelando que Junts ha heredado de Convergènc­ia la capacidad de beneficiar­se de la abstención gracias a la ley electoral, de la que también podrían sacar provecho partidos como la CUP y Vox.

La gran pregunta de esta campaña es: ¿qué puede llevar a la gente hasta el colegio electoral cuando sus propios gobernante­s sostenían que es un ejercicio que entraña riesgo para la salud? El bloque independen­tista ya no promete el salto inmediato a la secesión. Incluso Junts, que amaga con recuperar la declaració­n de independen­cia si superan el 50%, pone condicione­s que, en la práctica, diluyen ese compromiso. En el otro lado, el constituci­onalismo acusa la desmoviliz­ación al no percibir su electorado motivos para la alarma.

El independen­tismo intenta reavivar los rescoldos del procés para mantener a sus votantes activos. La estrategia de ERC pasa por la campaña de los presos. Su líder,

Oriol Junqueras, podría haber disfrutado de días de permiso ordinario sin pasar al tercer grado, pero las relaciones con el resto de encarcelad­os se habrían enrarecido y, además, que los jueces reviertan esa medida durante la campaña garantizar­ía la imagen de los condenados volviendo a prisión y el mensaje de que el PSC es cómplice de “la represión del Estado”. Estos días, Junqueras siempre va acompañado de un cámara por si recibiera de forma inesperada la orden de ingresar en Lledoners. Esquerra y Junts tratan de situar en primer plano las consecuenc­ias judiciales del procés .La alusión de Rusia a los presos del 1-O para atacar a Josep Borrell sirve a ese propósito, aunque ERC ha pasado más de puntillas, al contrario que Carles Puigdemont.

Un mayor protagonis­mo del procés no solo beneficia directamen­te a los partidos independen­tistas, sino también de forma indirecta al dañar al PSC, puesto que despierta la polarizaci­ón del voto contrario a la secesión en favor de Ciudadanos, PP y Vox. Por eso, los socialista­s intentan poner en sordina el discurso del agravio independen­tista. Ocurrió así esta semana con la moción que presentó ERC en el Congreso para exigir que se reanude la mesa de diálogo entre los gobiernos central y catalán. En la exposición de motivos –sin valor normativo– de la moción, los republican­os se explayaban sobre la amnistía y la autodeterm­inación. En otro momento, el PSOE habría mostrado reparos, pero esta vez votó a favor para impedir a Esquerra exprimir el relato de que los socialista­s se alinean con el PP en el conflicto catalán. Salvador Illa intenta introducir otros motivos de debate en la campaña alejados del procés, como la promesa de bajarse el sueldo un 30% si es presidente de la Generalita­t.

Movilizar a los propios sin solivianta­r a los rivales es la fórmula mágica. Si el independen­tismo vendía ilusión, ahora gestiona la resistenci­a. Si el constituci­onalismo apelaba al orgullo herido, hoy se nutre del hastío para “pasar página”. Sin embargo, que la campaña sea un aburrido trámite que deje a muchos votantes en casa no quiere decir que el resultado sea intrascend­ente. El 14-F será decisivo para la gobernabil­idad de Catalunya y España en un momento social crítico. Y la partida está muy abierta como para hacerse el muerto.

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QUIQUE GARCIA / EFE Acto unitario del independen­tismo en campaña por la amnistía a los presos
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