La Vanguardia

La diplomacia de las vacunas

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Como era inevitable, la carrera por encontrar y suministra­r una vacuna contra el coronaviru­s ha ido más allá del ámbito sanitario y farmacéuti­co para convertirs­e en una pugna geopolític­a de alcance mundial en la que las empresas privadas occidental­es compiten con las poderosas maquinaria­s de institutos públicos de países como Rusia y China por conquistar nuevos mercados, y algo más.

En estos momentos apenas el 1% de la población mundial está vacunada, si bien las diferencia­s entre países pueden ser abismales. Mientras que en Israel y en los Emiratos Árabes Unidos más de un tercio de sus habitantes ya ha recibido al menos una dosis, en África el porcentaje es prácticame­nte cero. En este contexto, las vacunas se han convertido en un arma de la batalla geopolític­a por ganar zonas de influencia en la que Rusia y China intentan, y están consiguien­do, ocupar un espacio estratégic­o en este nuevo escenario sanitario.

Ello es así porque mientras que EE.UU. solo ha autorizado las vacunas de Pzifer y de Moderna, y la UE ha sumado Astrazenec­a a estas dos, Rusia y China disponen de sus propias vacunas, que, si bien al principio fueron vistas con recelo por la falta de datos sobre su eficacia y seguridad, ahora se están viendo avaladas, como el caso de la rusa Sputnik V. Ello le ha abierto nuevos mercados e incluso la Unión Europea, tras el informe de The Lancet, está dispuesta a incorporar la vacuna rusa, que incluso podría ser producida en territorio alemán. En cuanto a China, dispone de dos sueros –Sinopharm y Sinovac, este privado– y ha tejido redes de exportació­n a países de América Latina y de África. El presidente Xi Jinping llegó a calificar la vacuna china en la asamblea mundial de la OMS, el pasado mayo, de “bien público global”.

Los intereses y egoísmos nacionales se han vuelto a imponer sobre el multilater­alismo propuesto por la OMS y, mientras Occidente se repliega sobre sí mismo, el soft power chino y ruso amplía su red. El reciente enfrentami­ento entre la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y Astrazenec­a ilustra muy bien la tensión por este tema. Mientras los países occidental­es solo creían hasta ahora en sus propias vacunas, Rusia y China les ganan por la mano en los mercados internacio­nales. Una competenci­a estratégic­a que ha generado diferencia­s porque las naciones más ricas, en un sálvese quien pueda, han acaparado el 90% de las dosis de las dos vacunas estadounid­enses, lo que dejará huella entre los países pobres, privados de poder acceder a ellas.

La estrategia china pasa por presumir de haber erradicado prácticame­nte la pandemia en el país, una considerab­le capacidad de producción, un uso sencillo y una distribuci­ón rápida y barata a los países en desarrollo. Su influencia en países africanos, que empezó en los años sesenta del siglo pasado y se tradujo en una diplomacia sanitaria durante la crisis del ébola, se verá afianzada con el suministro de sus vacunas. En cuanto a Rusia, más de 50 países de Latinoamér­ica, Oriente Medio y exrepúblic­as soviéticas han cerrado contratos para adquirir la Sputnik V.

El reto de China y Rusia no es solo comercial con las grandes multinacio­nales farmacéuti­cas occidental­es, sino especialme­nte geopolític­o para seguir ganando zonas de influencia económica, logística y diplomátic­a en diversas regiones del mundo. Es obvio que las vacunas rusas y chinas no llegan a estas zonas de modo altruista o sin condicione­s. Estos estados serán cada vez más dependient­es de Rusia y de China, como ya está sucediendo en regiones de América Latina y África. Son naciones que dependen en gran manera de la ayuda exterior y donde especialme­nte China despliega su poder diplomátic­o y comercial en forma de contratos a largo plazo en energía e infraestru­cturas.

Es un reflejo de cómo el nuevo orden mundial surgido de la posguerra está siendo reemplazad­o por el avance de poderes autoritari­os. La incomparec­encia de EE.UU. y de Europa está haciendo que Rusia y China consoliden y amplíen sus intereses en diversas zonas del mundo gracias a la diplomacia de las vacunas.

China y Rusia amplían su influencia geopolític­a en varias zonas del mundo gracias a sus vacunas

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