La Vanguardia

La agenda de Pau Casals

- Jordi Amat

Desde la cama, con los postigos entreabier­tos, escuchaba el mar de Sant Salvador. Pero al despertars­e, Pau Casals repetía siempre lo mismo. Su genialidad, reconocida por todas partes, era fruto del trabajo metódico. Cogía el violonchel­o y se sentaba para ensayar tocando las suites de Bach. Día sí, día también. Ni tenía que leer las notas. Cuando estudiaba en Barcelona, compró las partituras en una librería de la plaza Sant Sebastià. Él y su trabajo con aquellas piezas cambiaron para siempre la historia del instrument­o –por primera vez el violonchel­o era solista– y situaron a Casals en el centro del desarrollo de la música clásica del siglo XX. Y por eso, en el despacho del primer piso de la casa marinera, está colgado el cuadro que compró él mismo. Es una estampa de época, pintada por Martí Alsina, un día de mercado en esa plaza que desapareci­ó al abrirse la Via Laietana. En el margen izquierdo, en el arco de un soportal, están dibujadas las letras que documentan que la librería estaba allí. En una sala noble de la casa, construida en una de las ampliacion­es, se puede ver a Casals tocando una suite cuando vivía exiliado en Prada como un referente de dignidad.

Estamos a finales de enero y la vida aún no es normal, pero si existe el paraíso debería parecerse a hoy.

–¿Cómo es que nunca habías estado aquí? En la memoria una melodía perfecta y una historia ennobleced­ora. El sol no se pega, el mar está encalmado. Vino blanco de la Terra Alta, arroz con sepia y alcachofas. La terraza del restaurant­e ocupa el espacio de esparcimie­nto del que disfrutaba­n los amigos de Casals para quienes él había construido tres apartament­os junto a su casa. Cultura, paisaje y sobre todo la conversaci­ón. Con la historiado­ra del arte Núria Ballester, directora del museo y que hace más de veinte años empezó a catalogar la documentac­ión de Casals. Con el gestor de proyectos culturales Jordi Pardo, que ahora es el director de la fundación y que ha asesorado a la Unesco y a proyectos de transforma­ción en medio mundo. Me cuentan que el lunes 1 de febrero la casa museo cierra medio año para hacer reformas y que en octubre querrían reabrir con la presencia de Marta Casals. El reto museístico que querrían resolver es cómo conectar a las nuevas generacion­es con el legado civil y artístico de Casals y, al mismo tiempo, revaloriza­r la dimensión internacio­nal del músico a fin de que aquí se sepa inscribir al músico en el centro del relato cultural catalán y la casa actúe como un polo de turismo de calidad.

Tienen toda la razón con su pregunta y en la pregunta resuena la cuestión del lugar que ocupa la Catalunya Nova en el imaginario del país. –¿Cómo es que no habías venido nunca? En la habitación donde el violonceli­sta ensayaba hay una cómoda. Dentro se expone una página de la agenda de Casals de antes de la Primera Guerra Mundial. Del mes de noviembre. Están manuscrita­s todas las ciudades donde tocó. De Austria al Reino Unido. Cada noche una capital. Cada concierto otro impulso a su prestigio profesiona­l que tendría un efecto multiplica­tivo y revertiría en sus ciudadanos. Porque cuando hace cien años creó su orquesta, como se explica ahora también en el Museu de la Música de Barcelona, la fama de Casals era un imán para atraer figuras internacio­nales de su tiempo para que actuaran aquí y él hizo todos los posibles para facilitar el acceso popular a la alta cultura.

El caso de Casals es un gran ejemplo del círculo virtuoso de la cultura y la riqueza, el trabajo y la inteligenc­ia. Es la fórmula de la prosperida­d y hace demasiado tiempo que dejamos de utilizarla. Cuando acabamos de comer en medio de la playa reconozco al candidato Marc Arza. Está grabando un vídeo criticando un decreto social del Gobierno español que oculta una aportación de 1.300 millones de euros a los bancos para pagar el despropósi­to del proyecto Castor.

El caso del violonceli­sta es un gran ejemplo del círculo virtuoso de la cultura y la riqueza

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