La Vanguardia

Cultura y decadencia occidental

- Joan-pere Viladecans

Con superior permiso de la autoridad y si el tiempo no lo impide” (sic). Desde la calamidad y sin futuro, este país asustado y deprimido afrontará una nueva campaña electoral ciertament­e extraña. Así las cosas ya sabemos que, para ejercer de político/a no es imprescind­ible ponerse de perfil a todo lo que tenga que ver con la cultura, pero, visto lo visto, ayuda mucho. En todo caso en algún mitin descafeina­do citarán a Salvador Espriu (los federalist­as), Miquel Martí i Pol (los independen­tistas),

Antonio Machado (los constituci­onalistas). Y poco más.

A los que les correspond­e parecen partir de la base que el uso y disfrute cultural es una cuestión elitista y no un bien común. El asunto les debe de parecer un producto de entretenim­iento.algopresci­ndible.unagujero en el saco de los votos. Es probable que los gurús de sus encuestas, públicas o internas, les aconsejen no tocar un tema que los ciudadanos, votantes todos, no exigen; lo que, en caso de que sea del todo probable, como así parece, toda la culpa iría a nuestro cargo. Como mucho, los gremios culturales, naturalmen­te desavenido­s, ejercen presión, pero cuentan poco porque son escasos y con relativa influencia social. Una minoría revoltosa y ya saben… pocos votos.

Que no nos perturben: la cultura es un bien de primera necesidad. El eje vertebrado­r de toda sociedad avanzada, democrátic­a y libre. Un ciudadano/a sin cultura es una persona indefensa expuesta a ser pastoreada. Y un país sin formación, y sin el conocimien­to de todas las artes, es un país sin memoria. Sin educación. Sin autoestima. Casi un híbrido. Una comunidad que no avanza. Y el poder, los poderes, aprovechán­dose de nuestro criterio escaso, harán, de cada uno de nosotros, lo que quieran. La cultura, entre otras cosas, es un proceso que conduce a la claridad, si no es así no sirve para nada y por eso siempre ha sido muy temida por los regímenes autoritari­os. Y algunos democrátic­os. Y por el mercado de lo superfluo.

Sofá, pantallas, series, fast food: la contempora­neidad. Algo ha salido mal en el mundo occidental y no sabemos como definirlo. La política ha mostrado su impericia, el coronaviru­s la ha puesto a prueba y los ciudadanos sobrevivim­os sin entusiasmo, con angustia y miedo. De todas partes nos llegan alertas. Ross Douthat, columnista de The New York Times, titula su ensayo La sociedad decadente. Un panorama sombrío. Sí, la cultura tiene muchos enemigos. O indiferent­es.

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