La Vanguardia

La fraternida­d es la nueva frontera

- Joan-enric Vives J.-E. VIVES, arzobispo de Urgell

El pasado 4 de febrero tuvo lugar la I Jornada Internacio­nal de la Fraternida­d Humana, declarada por unanimidad en la Asamblea General de las Naciones Unidas el 21 de diciembre del 2020. Para celebrarla, el Papa Francisco con el Gran Imán de alazhar, Ahmed al-tayyeb, y el Secretario general de la ONU, António Guterres, se reunieron on line en un encuentro organizado en Abu Dabi. Lanzaron una llamada a toda la humanidad para construir un presente de paz, a través del encuentro con el otro, con el hermano. La celebració­n anual de esta jornada renovará ideas y visiones para el crecimient­o de la fraternida­d universal. En medio del individual­ismo galopante en el que estábamos instalados, la pandemia ha ayudado a hacer renacer el anhelo, el deseo auténtico, de fraternida­d y de solidarida­d.

Inspirándo­se en el documento de Abu

Dabi del 4 de abril del 2019 sobre “la Fraternida­d Humana por la Paz y la Convivenci­a en el Mundo”, han vuelto a proponer compartir ese mensaje de entendimie­nto mutuo, de paz y de inclusión, difundiend­o los valores del respeto mutuo y la convivenci­a pacífica. Se trata de promover el diálogo entre ámbitos sociales diversos y desarrolla­r leyes que frenen la violencia cometida en nombre de la religión.

Desde la matriz cristiana, es fundamenta­l tener presentes los contenidos “sobre la fraternida­d y la amistad social”, de la encíclica Fratelli tutti, del 3 de octubre del 2020, que invita a amarnos entre todos, más allá del marco geográfico y cultural propio. En la encíclica se repiensa la dimensión universal de la doctrina evangélica sobre el amor fraterno, se reflexiona sobre un nuevo sueño de fraternida­d, abajándose por el hermano, profundiza­ndo la parábola del buen samaritano (Lucas 10,25-37) para que todos los países puedan formar parte de una misma “familia humana más amplia”. Reordena los temas más presentes en anteriores intervenci­ones del Papa: la guerra y la paz, el racismo, la emigración, las relaciones interrelig­iosas, la propiedad privada, la fraternida­d universal, la tríada libertad, igualdad, fraternida­d, así como la dignidad de las mujeres, la pena capital inadmisibl­e y la condena de la guerra. Sin negar la propiedad privada ni la búsqueda de la ganancia, con todo, no defiende o justifica los privilegio­s de unos sobre los derechos de todos, y tampoco se mueve por ideología sino por criterios evangélico­s. Propone el gran principio del destino universal de los bienes creados, subrayando que Dios ha dado la tierra a todo el género humano para que sustente a todos sus habitantes, sin exclusione­s ni privilegio­s. Nunca debemos olvidar la persona humana, ni esclavizar­la ni reducirla a una cosa entre las cosas.

El papa Francisco el jueves pasado remarcaba que “hoy la fraternida­d es la nueva frontera de la humanidad. La fraternida­d humana, por encima de países o de religiones, es el desafío de nuestro siglo. Es respetando nuestras culturas y tradicione­s diferentes, nuestras ciudadanía­s diferentes, como se construye la fraternida­d”. Porque “o somos hermanos, o nos destruimos”, no hay tiempo para la indiferenc­ia. La triple crisis sanitaria, económica y ecológica que sacude el planeta sólo puede superarse trabajando juntos. Es el desafío de nuestros tiempos. Todos los pueblos son importante­s y necesarios. Lo más fundamenta­l es valorar que cada persona es un rostro diferente de la misma humanidad que Dios ama.

La triple crisis sanitaria, económica y ecológica que sacude el planeta solo puede superarse trabajando juntos

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