Sólidos pero no sorprendentes
Obra de aparición retardada por culpa de la pandemia aunque confeccionada antes de su eclosión, pero antes y después con un objetivo claro: ampliar escenarios, llegar a otros públicos mas allá de los suyos habituales, que no son pocos. Las intenciones que ha ido verbalizando Dave Grohl desde mucho antes que Medicine at midnight estuviese finalizado (en enero del pasado año) se han quedado a medio camino una vez auditada la flamante materia prima: sus señas de identidad siguen firmemente enraizadas y, aunque no está muy claro que vayan a reclutar nuevos incondicionales, es evidente que a los ya existentes no les ha defraudado en absoluto.
Coproducido nuevamente por Greg Kurstin –que ha forjado parte de su palmarés trabajando para Adele, Sia o P!nk– y, según Grohl, con un influencia directa del Let’s dance bowiano, el álbum no depara sustanciales novedades o sorpresas. Los rastros de este anunciado viraje sonoro y conceptual son perceptibles puntualmente y de hecho es el tema Shame, shame, uno de los singles del álbum, donde más audibles son, con sus loops percutivos y sus cuerdas danzantes. También en Chasing birds o en el resultón tema que da nombre el volumen hay detalles que recuerdan al Bowie vocalista. El resto de los cortes respiran de una forma que dan forma a un álbum que suena como un Foo Fighter en su esencia. Una obra sólida pero en absoluto para tirar cohetes porque no hay que olvidar que lo que les va a ellos es el directo e ir de gira. Desde esta perspectiva se agradece que no se repitan.