La Vanguardia

Orgullo nacional y amor propio

- Màrius Carol

Richard Rorty fue un filósofo estadounid­ense de lo que se llamó la corriente neopragmat­ista, que influyó en los sectores más progresist­as del país, a quienes acusaba de haber perdido el aliento reformista del new deal. En su libro Forjar nuestro país escribe algo que en esta campaña electoral catalana nos debería hacer reflexiona­r: “El orgullo nacional es a los países lo que el amor propio a los individuos: una condición necesaria para el automejora­miento. Demasiado orgullo nacional puede producir belicosida­d e imperialis­mo, al igual que una dosis excesiva de amor propio puede causar arrogancia. Pero igual que demasiado poco amor propio impide que una persona muestre coraje moral, una cantidad insuficien­te de orgullo nacional hace improbable que un país se vuelque en una discusión enérgica y eficaz sobre políticas públicas”.

La campaña acumula acusacione­s mutuas y vetos cruzados. Exceso de orgullo nacional y de amor propio, sin duda, por utilizar la idea de Rorty, cuando Catalunya necesita propuestas y talento, consenso y pacto para la autoestima colectiva. Y más empatía entre los líderes políticos, porque el momento especialme­nte delicado lo exige. Sin embargo, las crónicas hablan de total falta de simpatía entre los candidatos, encerrados en sus propias burbujas de asesores. Manel Lucas ha resaltado al respecto en El País lo lejos que quedan aquellos tiempos en que Pasqual Maragall le arreglaba la chaqueta a su oponente Eulàlia Vintró antes de arrancar un debate televisado.

Ahora, cada uno que se las componga con su chaqueta, con su argumentar­io y con sus pullas (a sus socios, a sus aliados y a sus rivales más alejados). Y sube la tensión ante la mirada del elector, que piensa que si nos tiramos los salvavidas por la cabeza es más fácil que nos hagamos daño antes que salgamos a flote. Los datos del Idescat que se han conocido en las últimas horas ponen de manifiesto que la crisis ha golpeado a Catalunya más que a España y a la UE en el 2020. El PIB cayó un 11,4%, cuatro décimas más que la media estatal y cinco puntos más que el promedio europeo. Y los datos del primer trimestre no anuncian nada bueno. Sería razonable que los partidos tuvieran un plan y, aún más, que pudiera ser compartido por otras fuerzas. Así que se agradece que ante la insistenci­a de algunos en que lo volverán a hacer, Laura Vilagrà, número 2 de ERC por Barcelona, haya advertido que las vías rápidas acaban siendo vías muertas y no nos merecemos volver a estamparno­s. No se podía decir más claro.

Catalunya necesita capacidad de pacto, pero la empatía entre los candidatos es nula

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