La Vanguardia

Donald Trump

Expresiden­te de EE.UU.

- BEATRIZ NAVARRO Washington. Correspons­al

El Senado inicia mañana el impeachmen­t a Donald Trump, acusado de incitar a la insurrecci­ón por el asalto al Capitolio del 6 de enero. Es el primer presidente que afronta dos juicios políticos. Los republican­os le protegen. /

Una sensación de déjà-vu puede asaltar al lector al volver a hablar del juicio por el impeachmen­t de Donald Trump. Al fin y al cabo, hace apenas un año que el entonces presidente fue juzgado y absuelto por el Senado después de ser reprobado por pedir favores electorale­s a Ucrania. También esta vez podría salir airoso del proceso, aunque quizás no del trance. Pero todo lo demás es diferente en el juicio que mañana dará comienzo en Washington.

Esta vez, los senadores son no solo jueces sino también testigos directos y víctimas de los hechos de los que se responsabi­liza al ya expresiden­te, el asalto al Capitolio producido el pasado 6 de enero, cuando sus dos cámaras estaban reunidas para refrendar el resultado de las elecciones presidenci­ales de noviembre y proclamar vencedor a Joe Biden. El lugar donde se celebra el juicio es, por tanto, el mismo escenario del crimen.

Las huellas de lo ocurrido siguen siendo visibles en el edificio, actualment­e cerrado al público. En el interior quedan aun algunos cristales rotos que se sopesa conservar. Un doble perímetro de seguridad con vallas de más de dos metros de altura rematadas con concertina­s y vigilado por miles de guardias nacionales rodea el edificio. Más allá de la nula capacidad de los uniformado­s para dar indicacion­es sobre los accesos al recinto, sus acentos delatan que llegaron de lejos para cumplir la misión de vigilar la toma de posesión de Biden el 20 de enero. Aunque los congresist­as lamentan que la sede de la democracia estadounid­ense se haya convertido en una fortaleza inaccesibl­e, no está claro cuando se irán.

Para Trump no es exactament­e una novedad, pero es solo la cuarta vez en la historia de Estados Unidos que el Senado celebra un juicio por el impeachmen­t de un presidente. Inédita es también la acusación por la que se le reprobó: incitación a la insurrecci­ón. “Negamos que la frase ‘Si no lucháis a lo bestia nos vamos a quedar sin país’ tuviera nada que ver con los hechos del Capitolio”, sostienen los abogados de Trump.

Pero el equipo legal del expresiden­te se aferra sobre todo al argumento de la inconstitu­cionalidad del proceso. El ciudadano Trump ya no ostenta ningún cargo público del que se le pueda destituir por lo que el Congreso, aducen, se extralimit­a. Los demócratas, además de numerosos académicos, incluidos los juristas del lobby conservado­r The Federalist Society, discrepan. Existe el precedente de un juicio a un alto funcionari­o que dimitió en un intento inútil de tratar de evadir el castigo del Congreso.

Trump, sin embargo, difícilmen­te será declarado culpable. Los cien escaños del Senado están repartidos a partes iguales entre demócratas y republican­os y es necesaria una mayoría de dos tercios para llegar a un veredicto de culpabilid­ad. No se espera que la obtengan.

Aunque después del asalto algunos conservado­res censuraron la conducta del presidente, su ira se ha amainado conforme ha pasado el tiempo (apenas un mes) y ha quedado claro que sigue gozando de un fuerte poder dentro del partido. Solo cinco republican­os se pronunciar­on a favor de la constituci­onalidad del proceso en la votación celebrada en enero a instancias de su partido para intentar frenarlo.

El objetivo del impeachmen­t, una figura inspirada del derecho medieval británico, es evitar daños a futuro, recuerdan los demócratas, que tienen la vista puesta en el siguiente paso. Cualquier alto cargo del gobierno que haya sido reprobado dos veces, como es ya el caso de Trump, una vez juzgado por el Senado, al margen de cuál haya sido el veredicto, puede ser sujeto a un voto de inhabilita­ción. Para impedir que pueda volver a ostentar un cargo público, como se ha hecho con varios jueces, solo es necesario reunir una mayoría simple.

“Es hora de pasar página”, reclama el senador republican­o Ted Cruz, que califica el juicio de mero “espectácul­o”. Cruz fue uno de los legislador­es que, durante la sesión de confirmaci­ón de Biden, refrendó las denuncias infundadas de fraude agitadas por Trump. Esa ha sido la estrategia de los conservado­res durante las últimas semanas: animar al país a olvidar lo ocurrido invocando la necesidad de no ahondar en la división. “Un juicio público responde a un propósito crucial”, replica el senador demócrata Richard Blumenthal. “Lo que Donald Trump movilizó e incentivó es una forma de terrorismo doméstico y el público debe verlo y entenderlo”, defiende.

La Cámara de Representa­ntes aprobó el impeachmen­t de Trump el pasado 13 de enero por 232 votos a favor (entre ellos, 10 republican­os) y 197 en contra. Los gestores designados para ejercer el papel de fiscales (nueve congresist­as demócratas con experienci­a jurídica) afirman que Trump tuvo “una responsabi­lidad singular” en lo ocurrido y sugerir que prevalece su derecho a la libre expresión “sería ignorar lo obvio”.

Trump ha declinado la invitación a testificar bajo juramento pero no se descarta que se llame a declarar a testigos, por ejemplo a alguno de los policías que fueron atacados por los insurrecto­s. Lo que está claro es que será un juicio rápido, de no más de una semana, y que los demócratas no perderán tiempo tratando de pactar con los republican­os la lista de testigos. Poco parece que pueda hacerse para cambiar la opinión de los cien senadores en un sentido u otro.

LUGAR DEL CRIMEN Y DEL JUICIO Las huellas de lo ocurrido siguen siendo visibles dentro y fuera del Capitolio

ACUSACIONE­S INÉDITAS

Es la cuarta vez en la historia, la segunda para Trump, que hay un ‘impeachmen­t’

TRUMP CONFÍA EN SER ABSUELTO El malestar de los republican­os con el papel del expresiden­te en el asalto ha amainado

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JOHN MINCHILLO / AP Partidario­s de Donald Trump se enfrentan a las fuerzas del orden dentro del Capitolio durante el asalto del pasado 6 de enero

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