Arrecian las protestas en Birmania contra la dictadura militar
Ni el miedo a una represión violenta que flota en el ambiente, ni el bloqueo a internet decretado el sábado impidieron que decenas de miles de birmanos tomaran ayer las calles para protestar, de forma pacífica, contra el golpe de Estado perpetrado por el ejército hace una semana, que puso fin a una década de tímida apertura democrática. Durante la movilización, la más grande desde el 2007, pidieron la liberación de su venerada líder, Aung San Suu Kyi, y el retorno a la senda democrática.
Miles de personas de toda clase y condición se dieron cita en Rangún, la capital económica del país, para converger en el área que rodea la refulgente cúpula dorada de la pagoda Sule. Allí, una multitud ataviada de rojo, el color del partido de Suu Kyi, coreó consignas contrarias a los golpistas y a favor de La Dama. También sostuvo carteles que rezaban “No queremos una dictadura militar” y saludó con los tres dedos, un gesto de resistencia contra el autoritarismo popularizado por el filme Los juegos del hambre, que también utilizan los manifestantes prodemocráticos de la vecina Tailandia.
A su alrededor, coches y autobuses pitaban a su paso como muestra de solidaridad. “Desprecio el golpe militar y no temo la represión. Vendré todos los días hasta que Amay Suu (Madre Suu) sea liberada”, señaló bajo el concierto de bocinas Kyi Phyu Kyaw, estudiante de 20 años, a France Press.
Por su parte, la policía permaneció en gran medida al margen, erigiendo barricadas en lugares claves como el Ayuntamiento o la universidad e impidiendo que los descontentos marcharan hacia la embajada de Estados Unidos. Al igual que el día anterior, muchos manifestantes ofrecieron a los uniformados dulces, flores o cigarrillos y les conminaron a pasarse a su bando para hacer descarrilar el proyecto golpista.
A menor escala, las protestas fueron replicadas en otras ciudades importantes del país como Mandalay o Mawlamyine. Según Reuters, varios cientos pasaron la noche del sábado frente a la comisaría de Payathonzu, en el estado de Karen, cantando canciones a favor de la democracia. Mientras, de la urbe de Myawaddy llegaba un vídeo en el que se escuchan varios disparos cuando la policía dispersó a un grupo de manifestantes, aunque parece que nadie resultó herido.
Durante la jornada, el país volvió a recuperar, al menos temporalmente, la conexión a internet, cortada durante más de 24 horas por el Gobierno militar para evitar que la gente se organizara. Aún así, el acceso a redes sociales como Facebook, la más extendida, u otras como Twitter o Instagram sigue siendo difícil.
Pese a sus intentos por dificultar las comunicaciones, las movilizaciones de ayer representan la mayor muestra de resistencia contra los uniformados desde la protestas de la revolución del azafrán del 2007, encabezadas por los monjes budistas. Como el resto de movimientos contestatarios previos, los militares, que gobernaron la nación con puño de hierro entre 1962 y el 2011, lo reprimieron sin contemplaciones. Su trágico recuerdo explica en parte por qué la toma de las calles se ha fraguado en esta ocasión a fuego lento, y hace dudar sobre cómo van a responder los uniformados ante este nuevo desafío.
También arrecia la presión desde el exterior. Ayer, el relator especial de la ONU sobre Birmania, Tom Andrews, señaló que los golpistas han detenido a más de 160 personas, entre ellas a Suu Kyi, al presidente Win Myint y a otros políticos demócratas, además de activistas y artistas. También pidió al Consejo de Derechos Humanos que exija a la Junta que se retire. “Los generales están intentando paralizar el movimiento ciudadano de resistencia y mantener al mundo exterior en la oscuridad cortando el acceso a internet”, criticó.
El papa Francisco, en su homilía dominical, expresó una “honda preocupación” por Birmania y mostró su apoyo a los manifestantes.
Desde el 2007, el país no vivía una movilización tan grande a favor de la democracia