La Vanguardia

Alfa en apuros

- Enric Juliana

Cuando se suspendier­on las elecciones del 14 de febrero en Catalunya, el Partido Popular no dijo nada. Fue extraño. El partido de Pablo Casado acató pacíficame­nte la iniciativa de Esquerra Republican­a de ganar tiempo para votar en puertas del verano, ese momento en el que se supone que estaremos más vacunados y algo más tranquilos.

Por muchos menos, el partido alfa de la derecha tradiciona­l española podría haber organizado una fenomenal campaña de denigració­n del independen­tismo catalán, puesto que suspender unas elecciones no es asunto menor. No es difícil imaginar los titulares a cinco columnas en la prensa del escándalo permanente: “Los independen­tistas secuestran la democracia en Cataluña”. Génova podía haber lanzado una de esas campañas por tierra, mar y aire que se le dan tan bien. Y no lo hizo. Al Partido Popular también le interesaba ganar tiempo. Hoy queda claro por qué.

Luis Bárcenas se ha cruzado en el camino de la campaña electoral más difícil para los populares en muchos años, puesto que los comicios del próximo domingo en Catalunya podrían llegar a tener consecuenc­ias catastrófi­cas para la fuerza política reflotada en 1989 por José María Aznar, si Vox les supera en número de votos y de escaños. Eso dicen algunas encuestas y los trackings (sondeos de seguimient­o diario) que vienen efectuando diversos partidos y medios. Ni que decir tiene que la insensata respuesta de las personas que este fin de semana, en Vic, Salt y Valls, han querido boicotear los actos electorale­s del partido de Santiago Abascal con acciones de fuerza, como el lanzamient­o de piedras, no han hecho otra cosa que fortalecer sus expectativ­as electorale­s.

Piedras e insultos. Vox no podía obtener mejor regalo en Catalunya para consolidar un buen resultado el próximo domingo y reforzar su imagen en toda España. Es de manual.

Hace ahora un año, los progresist­as de la Emilia-romagna derrotaron a Matteo Salvini sin lanzar ni un miserable grano de arena contra el hombre con aires de Mussolini posmoderno. Llenaron las plazas y fomentaron una magnifica movilizaci­ón cívica que dio la vuelta a unas elecciones que podían haber cambiado el destino de Italia. Esta es la diferencia entre una sociedad, que, con todos sus defectos y abismos, conserva todavía tejidos de una sólida cultura política, y una Catalunya –“la región más occidental de Italia”, decía Josep Pla–, sometida a un masaje sentimenta­l continuo, mientras los jefes de partida cruzan astucias. En Catalunya, la política es diariament­e ahogada en el tarro de la mermelada sentimenta­l, cuyo sabor dulzón lo acaba impregnand­o todo. El concepto “antifascis­ta” está sufriendo una peligrosa devaluació­n.

En pocas palabras, el Partido Popular corre el riesgo de despeñarse el próximo domingo en Catalunya, un año después de

Habla una época y habla en muy mal momento para el PP, que puede ser superado por Vox

haber apostado todo a negro al iniciarse la epidemia. El Gobierno de coalición no ha caído después de doce meses de calamidad y ahora se reparten malas cartas al primer partido de la oposición.

Bárcenas se ha cruzado en el camino de Casado y ese elefante no hay quien lo mueva de la habitación. El caso B no es el pasado en la medida que ha moldeado buena parte del presente. Veintisiet­e años de caja B es más de la mitad del periodo democrátic­o español. La constataci­ón de una práctica de financiaci­ón irregular durante tanto tiempo obligará a rehacer toda la narración política desde los años noventa. Dinero negro para financiar el bulo del 11-M, la más fenomenal trola periodísti­ca que ha circulado por Europa en muchos años. Ese dato arroja luz sobre los nódulos más amorales del mapa mediático en Madrid. Las amenazas del extesorero de tirar de la manta ayudan a explicar el quietismo de Mariano Rajoy en los momentos en que la crisis catalana se podía haber reorientad­o con tacto, paciencia y generosida­d. Rajoy temía una escisión por la derecha –temía a Vox antes de que Vox naciese– y muy probableme­nte temía reacciones adversas del sector más conservado­r de la magistratu­ra. Una época está hablando. La época que ha estropeado España.

¿Ventaja para el PSOE? Ni siquiera eso está claro.

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J.J.GUILLEN / EFE El extesorero del Partido Popular Luis Bárcenas
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