La Vanguardia

Quiero ser president-a

- Isabel Garcia Pagan

Cuando en poco más de dos kilómetros de las calles de Girona se concentran a la misma hora los candidatos de ERC, PSC, Ciudadanos y la CUP es que las batallas del 14-F van más allá del área metropolit­ana, Tarragona o del Eix Transversa­l. Girona dio la victoria independen­tista a Junts en el 2017. Carles Puigdemont fue profeta en su tierra, le sacó 60.000 votos y tres diputados de diferencia a ERC que fueron cruciales para el cómputo final en la competició­n entre Junts y los republican­os, pero también para forjar la mayoría independen­tista del Parlament.

Girona es la circunscri­pción más independen­tista de Catalunya y al mismo tiempo donde Ciudadanos avanzó en cinco años de no tener representa­ción a pasar por encima del PSC y dejar al PP y los comunes sin diputados. Así que el cruce del autobús amarillo con las caras de Oriol Junqueras y Pere Aragonès con el autobús naranja de Ciudadanos –la cara que luce en el lateral es la de Salvador Illa con nariz de Pinocho– no es solo casual. Tampoco que Santiago Abascal traslade su circo xenófobo a Salt.

Al margen de las dudas del Govern sobre la constituci­ón de las mesas electorale­s y sus consecuenc­ias, el triple empate entre PSC, ERC y Junts se resolverá de un lado u otro en función de la participac­ión. Y tanto socialista­s como republican­os temen la alta movilizaci­ón de los seguidores de Carles Puigdemont. Cómo se plasma en el territorio es la otra incógnita. Noche electoral tras noche electoral, en ERC se han lamentado de que “los convergent­es, hasta cuando pierden, pierden bien” y sacan provecho de una ley que prima su tradiciona­l implantaci­ón territoria­l en el reparto de escaños.

La independen­cia no puede proclamars­e contra el área metropolit­ana, pero para gobernar en Catalunya hay que ganar más allá de las rondas. De ahí que las campañas de PSC, ERC y Junts se descentral­icen y, con las últimas encuestas en la mano, las estrategia­s comiencen a extremarse.

Entre los escenarios que dibujan los socialista­s se incluye el que protagoniz­aron

El triple empate se resolverá en función de la participac­ión y PSC y ERC temen la alta movilizaci­ón de Junts

en 1999 Pasqual Maragall y Jordi Pujol: ganar en votos y perder en escaños. Pedro Sánchez volverá el miércoles a Barcelona para intentar apuntalar el efecto Illa y el candidato pide el voto masivo más allá de las siglas de partidos para frenar al independen­tismo. Con él, garantiza Illa, “ni habrá tripartito ni habrá procés”, sino “el Govern progresist­a que Catalunya necesita”, lo que le sitúa con el único apoyo de los comunes.

Mientras, en el independen­tismo se disputa la victoria hasta en Youtube. El recuento en los actos centrales de ERC en Girona y de Junts en Vic cayó del lado republican­o –3.200 frente a 1.500 espectador­es en directo–. ERC exportó la via àmplia que propugnan de la mano de Arnaldo Otegi (Bildu) y Ana Pontón (BNG), mientras Puigdemont enseñó cómo caía la nieve sobre su casa de la república en Waterloo. Hubo una única coincidenc­ia en las respectiva­s liturgias. La primera persona se impuso con contundenc­ia en los discursos de Aragonès –“seré el president”– y Laura Borràs –“ofrezco una presidenci­a”–. Y los reproches entre

Llegan los discursos en primera persona: Borràs vende solvencia, Aragonès un bloque republican­o e Illa finiquita el ‘procés’

socios de Govern se centrifuga­ron.

En ERC, Marta Rovira es ahora la encargada de hurgar en el “independen­tismo mágico” de Junts, en las “declaracio­nes vacías” y los “reproches innecesari­os para ganar cuatro votos” hasta recalar en el pacto con el PSC en la Diputación de Barcelona. Junqueras apela al “orgullo republican­o” y a un voto que dé sentido a su pena de prisión, mientras para el candidato queda la reivindica­ción del proyecto: “o los del 155 o el bloque republican­o”.

Los posconverg­entes han ido virando su estrategia hasta recalar en los llamamient­os al voto útil contra el tripartito, pero ahora obviando las referencia­s explícitas a ERC y poniendo el foco sobre Illa. En Junts creen que las encuestas les conceden opciones de victoria y alimentan el “ella o Illa”. La movilizaci­ón de su votante natural se da por descontada pero para dar la sorpresa se apresuran a ofrecer “solvencia sin renunciar a la independen­cia”. Y hasta Borràs habla de “presidenci­a respetuosa con las institucio­nes, que muestre colaboraci­ón y empatía, que escuche...” para seducir al votante del PDECAT y que les salgan las cuentas.

La cuenta atrás está en marcha. A los discursos de Illa, Aragonès y Borràs les quedan siete días, dos debates y una cita con las urnas… Luego llegará el momento de negociar o seguir en la carretera.

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NACHO DOCE / REUTERS Las urnas del 14-F se distribuir­án en las mesas electorale­s con los equipos de protección anticovid

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